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Fernando Becerril

El bisturí

Marcador simultaneo

La culpa, así suele ocurrir, la tiene Oier Fano. De repente atrapó una mosca que pasaba por twitter y nos ha tenido dos días sumidos en la nostalgia. Sus recuerdos de Atocha, los recuerdos de un chaval, se sobreponen a los míos, que ya tenía una hija y se me amontonan los recuerdos desde los tiempos del profe Mendiluce y/o Di stefano. Visto desde aquí el viejo campo no era un compendio de incomodidades mayores o menores. Era el lugar en el que éramos más felices y además, que no se os olvide, más jóvenes. Visto desde aquí Atocha también es el lugar al que nos dirigimos. Un día habrá otro campo de fútbol en Gipuzkoa en el que la Real volverá a ser lo que no ha sido tanto en las dos últimas décadas. Volverá a ser lo que quiere ser.

Pero de lo que quiero escribir esta tarde es de un recuerdo que esboza deformado y precioso Oier en su atmosferabritish.blogspot.com. En la jaula de Atocha, la del córner de Duque de Mandas junto al frontón, donde a veces se encerraba a los aficionados del equipo contrario, se colocaba un tablero nada luminoso en el que aparecía el marcador de nuestro partido y también los marcadores de los otros campos.

Yo lo he conocido con Liga de 16, con Liga de 18 y con Liga de veinte equipos. Un anunciante patrocinaba cada partido de Liga y una serie de claves dignas de formar parte de un código secreto permitía conocer lo que iba pasando en cada campo. Era el Marcador Simultáneo Dardo, el que universalizaba el campeonato en aquellos años en los que la teconología todavía no había ganado la batalla.

Un punto rojo sobre uno de los marcadores significaba que a ese equipo le habían señalado un penalti. Un cuadrado negro representaba una expulsión. Veíamos los partidos con un papel en el bolsillo para saber qué partido correspondía a cada anuncio y nos dejábamos las manos cuando al Athletic o al Real Madrid, siempre queridos entre nosotros, les había ocurrido algún percance.

Al término del encuentro, la megafonía iba desgranando anuncios y resultados. En los sombríos pasillos interiores, asediados por el sospechoso tufillo del Mercado de Frutas, todavía aplaudíamos el resultado que nos calentaba el ánimo más allá de lo que había hecho la Real.

Cerró Atocha y nos fuimos a Anoeta donde nos colocaron por decisión administrativa unas pistas de atletismo que nos alejaron del campo de juego a cambio de nada. La Real pagó 500 millones, literalmente a fondo perdido, que le hubieran servido para levantar un campo de verdad en cualquier otro sitio y el Marcador Simultáneo Dardo, como tantas otras cosas, desapareció del paisaje.

Un par de marcadores oscuros nos iluminan desde entonces sobre lo que pasa en otros campos. Nunca nada fue lo mismo. ¿Nunca? Bueno, sí. El día que Zalazar clavó un golazo desde cuarenta metros en Albacete y en Carrusel lo cantaron a los cuatro vientos. Gooool de pañuelos en Albacete. El encargado del marcador nos informó fielmente: Albacete, 1 (Pañuelos), Valencia, 0. Todavía me dura la risa.

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Una visión afilada de la vida

Sobre el autor

Han sido muchos años en los que me ha tocado ver, leer y escribir de un deporte y de otro, del fútbol a la pelota pasando por el baloncesto y unos cuantos más. Me apetece contar lo que veo, lo que me sorprende y lo que admiro sin tener que pensar en un resultado. Pero no sé si seré capaz de hablar sólo del resto de la vida... Porque hay semanas en las que parece que el mundo entero es un terreno de juego. Veremos.


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