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Fernando Becerril

El bisturí

No más lágrimas

Han pasado más de dos años. El capricho de Florentino por el líder de aquella deslumbrante selección sub 21 nos amargó el verano de 2013, justo unas semanas después de que la Real se hubiera asegurado el retorno a Europa, a la Liga de Campeones. Jokin Aperribay se defendió con todo. Dilató el proceso. Exigió la totalidad de la cláusula, actualizada con el incremento del IPC desde que se había firmado el contrato anterior, obligó al Real Madrid a pagar el IVA y a hacerlo en Gipuzkoa. Pero aquella expropiación forzosa terminó entre lágrimas.

Asier Illarramendi no pudo contener la emoción en Zubieta cuando los críos que le adoraban se pusieron a gritarle que se quedara, pero él ya sabía que había tomado una decisión, que había aceptado aquella oferta atómica y que el Real Madrid se disponía a presentarle como si hubiera fichado a un galáctico. Se equivocaban los blancos. No habían fichado a un extraterrestre, sino a un chico más bien tímido que sabía jugar bien al fútbol y, sobre todo, era capaz de hacer jugar bien a los que estaban a su lado. Demasiado poco para la corte imperial del Bernabéu.

Y se equivocó el jugador porque con medio centenar de partidos en Primera no hay manera de enseñar los colmillos a gente como Xabi Alonso, Kroos o Modric. Demasiado tierno. Hubiera necesitado dos años más en Zubieta y haber jugado la Champions con una generación única antes de poder presentarse en Valdebebas dispuesto a competir por un puesto con algunos de los mejores jugadores del universo.

Pero el regalo que recibimos este miércoles se debe en buena medida a aquellas lágrimas, a aquella múltiple apuesta perdedora, que dejó a la Real con menos equipo, al Madrid con menos dinero -aunque no creo que les preocupase, demasiado- y a Illarramendi con menos futuro. Esta mañana ni al futbolista ni a los que fueron sus compañeros y van a volver a serlo se les podía leer en la cara otra cosa que no fuera felicidad. Era como si nos quisieran decir ya estamos todos, aunque no esté Griezmann y tampoco Bravo, pero volvemos a tener esqueleto, volvemos a tener la armazón sobre la que se puede construir un gran equipo. En parte porque siguen unos cuantos buenos jugadores, pero también porque Illarramendi ha vuelto.

El debate que se plantea ahora es por un lado emocional y por otro financiero. A algunos realistas, ahora mismo tan contentos como cualquiera, todavía les duele la escapada de hace dos años. A los aficionados nos cuesta entender que ese tipo de decisiones tienen poco que ver con los sentimientos, que sólo son negocios, ofertas a a las que es demasiado difícil decir que no, aunque lo más probable es que no salgan bien.

Quisiera recordar un par de verdades como puños para tratar de situar el asunto en su justo término. En el pasado mes de diciembre, a Florentino Pérez se le abrieron los poros cuando el Athletic le hizo llegar una oferta por ese jugador que para el presidente merengue representaba un fracaso histórico, del calibre del error cometido con Xabi Alonso, aunque al revés. Para el jugador había tanto dinero como en el Madrid y para los blancos representaba la oportunidad de sacar las extremidades inferiores del barrizal en el que chapoteaban desde que a Asier, aunque no sólo a él, se le fundieron los cables en Dortmund. El futbolista no se dejó tentar. Le querían fuera. Se lo dejaron claro. Igual de clara fue su respuesta: “Al Athletic, no”.

Saltamos a este verano. Aperribay inició hace meses el proceso de esta operación retorno. Illarramendi y el Real Madrid sabían cuál era el afán de la Real y el club guipuzcoano esperó pacientemente, sin hacer un movimiento fuera de cacho, a que se presentara la ocasión de firmar un traspaso con muy escasos precedentes en el fútbol profesional entre dos clubes de dimensiones tan dispares. Entre tanto, el representante del futbolista trataba de quitarle la idea de la cabeza. La Premier o la Serie A italiana abrían mejores perspectivas de negocio. Era factible ofrecerle una salida en esas ligas. No, en realidad no lo era. “Quiero volver a casa”. A alguno sus palabras diciendo que la Real era su primera opción le sonarán a frase hecha, a lugar común, a la vieja canción de cada verano. Sólo que esta vez es verdad. Illarramendi quería jugar en casa. Aquí lo tenemos.

De dinero habría mucho que hablar, pero es temprano. Nos estamos acostumbrando a que este equipo invierta cantidades exageradas para su dimensión. Son habas contadas. No siempre será así. En el verano de 2014, la Real se gastó 18,5 millones en dos jugadores. Este verano la cifra asciende a más de 23 millones en otros dos. El tiempo dirá -en el caso de Finnbo ya parece haberlo dicho- si el dinero desembolsado supone una buena o una mala inversión. Parece una cantidad exagerada, pero si pensamos que el Madrid pagó el doble para llevárselo podemos concluir que nos han pagado 16 millones por un alquiler de dos temporadas. Suena mejor. Lo veremos más claro dentro de unos meses. De momento la Real entera comparte la sonrisa que este  miércoles no podían contener sus futbolistas. No más lágrimas. Ahora se trata de volver a jugar al fútbol. Tenemos jugadores como para conseguirlo más pronto que tarde.

 

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Una visión afilada de la vida

Sobre el autor

Han sido muchos años en los que me ha tocado ver, leer y escribir de un deporte y de otro, del fútbol a la pelota pasando por el baloncesto y unos cuantos más. Me apetece contar lo que veo, lo que me sorprende y lo que admiro sin tener que pensar en un resultado. Pero no sé si seré capaz de hablar sólo del resto de la vida... Porque hay semanas en las que parece que el mundo entero es un terreno de juego. Veremos.


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