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Fernando Becerril

El bisturí

La cultura del fracaso

REAL SOCIEDAD - LLEIDA. LOBO ALTUNA. DONOSTIA 29.11.2017

Hace ya muchos años que se instaló entre nosotros una cultura maldita, la del fracaso. Hace demasiado tiempo ya que la Real Sociedad se convirtió en un equipo de reacción, que saca uñas y dientes cuando la realidad le golpea y que se ablanda hasta el empalago cuando las circunstancias le sonríen. Da miedo elogiar a nuestros jugadores, como se me ocurrió hacer en mala hora tras las cuatro primeras victorias de la temporada, porque lo natural es que el dulce que generan sus buenas acciones les pese en las piernas poco más tarde como saco de cemento. Si encima la Copa está cerca lo mejor es echarse a temblar.
Temblando fui ayer a Anoeta. Acorazado contra la lluvia y el frío pero indefenso, si se repetía el caso de otros años, frente a la desidia de buena parte de nuestros jugadores. La alineación con un centro del campo inverosímil despertaba cierta inquietud pero el 0-1 de Lleida y la enorme diferencia de categoría entre los dos equipos hacía suponer que no habría motivo para sustos mayores. Estaba equivocado. En todo.
Me equivoqué primero porque los realistas se tomaron en serio el partido por mucho que fuera un once digamos experimental. Fueron superiores durante 45 minutos. Hicieron dos goles que ponían un 3-0 en el global y se fueron al descanso con la tranquilidad del trabajo resuelto. No tenía el Lleida argumentos para revertir la situación. Su única posibilidad pasaba porque los hombres de Eusebio renunciaran a seguir jugando. Fue exactamente lo que sucedió. Así que me seguí equivocando porque no sólo iba a producirse un susto descomunal sino que aquello iba a terminar en un fracaso memorable, seguramente el mayor de nuestra historia, atormentada historia.
El segundo tiempo habrá que incluirlo como ejemplo de esa cultura del fracaso que hemos venido desorrallando durante más de veinte años. Una cultura que pesa como una losa en todo el ámbito del club, incluido Zubieta. Los profesionales de la primera plantilla se olvidaron de seguir jugando tras el descanso. Para qué se dirían ellos si ya tenemos un 3-0 en Anoeta frente a un discreto Segunda B como el Lleida. En los primeros minutos cedieron hasta tres saques de esquina. El Lleida los remató todos. Mal, pero remató. Canales vino persiguiendo desde su campo a un rival. Más que perseguir era acompañar, cuando el catalán alcanzó nuestra retaguardia el realista se detuvo. Para qué voy a correr más, que se encargue otro se diría. Toño sacó un balón por encima de la presión de un delantero contrario. Hacia la izquierda. Para Navas. Navas lo vio pasar y se quedó quieto mientras un delantero de Segunda B la jugaba solo en la banda. ¿De la Bella? Por allí debía de estar. Vela, relativamente presionado en campo propio, se la dio a un contrario que se lanzó hacia el área. Nuestro Messi, así le consideramos siempre, le miró correr. Cada vez más lejos eso sí porque él no se movió. Fue el 1-2.
Ahora podemos hablar de Eusebio. En esa misma jugada tendría que haber sentado a Vela y en la anterior a Navas y un poco antes a Canales y en la primera del segundo tiempo a De la Bella y a Pardo, porque dónde estaba Pardo, y a otros que no nombro pero que tampoco diferían mucho de los que estaban evidentemente fuera del partido.
Pero Eusebio sólo tenía tres cambios y se limitó a hacer lo que ya tenía previsto de antemano. Como de costumbre. El plan por encima de la evidencia que está ante los ojos. Por ese motivo al míster le está cayendo hoy la del pulpo. No es justo porque equipo había para llevar a puerto la eliminatoria. Lo que no hubo fueron ganas de seguir jugando y los que jugaban estaban en el verde, pero hombre míster usted también tendrá que ponerse las pilas y resolver los problemas que todos vemos. Ya sé que nos creemos mejores de lo que en realidad somos, pero un poco más serios de lo que hemos parecido en estos dos últimos partidos me parece que sí nos podemos presentar.
Vuelvo al título. Este último ridículo, seguramente el mayor de nuestra historia, viene a reforzar la cultura del fracaso que tantos sueños nos ha roto, que tanta desesperanza ha provocado. Hace menos de seis años fuimos a Mallorca con un 2-0 favorable y en el minuto 16 Ifrán puso en el marcador el 0-1. Como ayer 3-0 en el global, pero aquella vez el Mallorca necesitaba cuatro goles. Ya son nuestros pensaron los que tienen que jugar cada minuto como si fuera el último vaya como vaya el marcador. Y se fueron del partido. En seis minutos, en seis, nos hicieron esos cuatro goles que necesitaban porque esto es fútbol y si te paras, te matan. Y nos mató aquel Mallorca como ayer nos hizo picadillo un Lleida modesto y digno ante una Real menos modesta y para nada digna.
De la Bella, Xabi Prieto y Vela estaban en Son Moix en enero de 2012. Tenían que saber lo que podía pasar. Al menos dos de ellos fueron de los que prefirieron mirar que jugar en una segunda parte vergonzosa. A Xabi Prieto, que era de los pocos que sí querían, le cambiaron cuando más le necesitábamos pero ya se sabe si estaba el cambio programado, eso es sagrado.
Quizás lo peor es que no va a haber consecuencias, que nuestros jugadores desde el infantil hasta el primer equipo, van a poder comprobar que el fracaso no lleva aparejado más castigo que la rabieta de unos aficionados y unos periodistas que nos habremos olvidado en unos días de semejante ridículo. Si pasado mañana compiten como es debido en el Wanda Metropolitano, como hicieron ganando en Mestalla tras cubrirse de oprobio en Mallorca, las campanas dejarán de tañer a fiambre. Y el jueves que viene volveremos a Anoeta con la ilusión de terminar primeros la fase de grupos de Europa League. Y si se consigue aquí no habrá pasado nada.
Será esa la primera razón para que no deje de repetirse, para que nuestros críos aprendan que se puede estar sobre el césped con nuestro escudo en el pecho con menos afán que cualquiera de los espectadores. Pero si había alguno al que sólo le faltó pedir a un fotógrafo su silla para mirar más cómodo como aquellos cabrones con la senyera a cuestas no paraban de correr… Se olvidará. Yo no. Porque el fracaso no puede ser cultura ni la desidia nuestra razón de ser, algo habrá que cambiar. No se puede seguir pasando por alto.

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Una visión afilada de la vida

Sobre el autor

Han sido muchos años en los que me ha tocado ver, leer y escribir de un deporte y de otro, del fútbol a la pelota pasando por el baloncesto y unos cuantos más. Me apetece contar lo que veo, lo que me sorprende y lo que admiro sin tener que pensar en un resultado. Pero no sé si seré capaz de hablar sólo del resto de la vida... Porque hay semanas en las que parece que el mundo entero es un terreno de juego. Veremos.


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