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Begoña del Teso

Gasolina, agua y arena

Evacuado desde un aeródromo militar

La expedición del XI BMW-HUMMER RAID descansa en el hotel Taddart, entre Taddamounte y Midelt, fabuloso territorio de caravanas, constelaciones, fósiles y meteoritos. El motorista herido está siendo ya atendido en Donostia tras haber sido evacuado en avión medicalizado desde el aeropuerto de Errachidia, aeródromo militar pero de uso concertado con líneas como Air Maroc o Air France para vuelos especiales. Tan especiales como aquellos que hace ya demasiado tiempo transportaban a los equipos que participaban en las nunca olvidadas pruebas del París-Dakar, Granada-Dakar, Barcelona-Dakar y aquel Lisboa-Dakar que fue el último africano.

Es ya el final de la jornada (ante) penúltima. Esta crónica tardará en llegar pues si en Merzouga un autobús de turistas había arrancado las líneas de comunicación, aquí los ladrones de cobre han saboteado las telefónicas, virales y virtuales. Pero el buen piloto que se partió la pierna sobre aquella mata de hierba de camello descansa ya en Donostia y nadie ha sido detenido por las fuerzas armadas argelinas cuando a todo gas bien sostenido bordeaban los hummeristas la frontera negra entre Marruecos y Argelia, no alejándose de Boudnid, rodeando la llamada Fuente Azul de Meski, soñando espejismos entre oasis, palmerales y cementerios perdidos en el Tiempo, evitando los furiosos, escarpados e infranqueables escalones de piedra del puerto de Belkassem, tomando dirección a Gourrama y repostando a la brava en tierra de nadie. De nadie pero vigilada por todos. Hay una línea de seguridad de 15 kilómetros entre Argelia y Marruecos. Errachidia es ciudad tomada por acuartelamientos y barracones militares, pura demostración de fuerza disuasoria. Las negras colinas fronterizas tienen ojos. Pequeñas casetas las coronan, casetas habitadas por gente fuertemente armada.

No todos los expedicionarios del XI BMW-HUMMER RAID vivieron tan peligrosamente, política y militarmente, la etapa (ante) penúltima. Otros la afrontaron sobre el asfalto de una carretera absolutamente mítica que alcanza alturas de 1.000 metros no ya sobre el nivel del mar, cerca de los vientos y las nieves del Atlas sino del río Ziz que, a veces seco y pedregoso y otras torrencial, convierte la tierra en vergel y palmeral. Subimos ‘La Interminable’, tumbamos en sus curvas que se lanzan hacia el abismo y atravesamos ‘El túnel del legionario’, guardado por soldados marroquíes y construido hace mucho, mucho tiempo por aquellos aventureros de la LegiónExtranjera (Pepe Le Moko, ¿recuerdan?) condenados a trabajos forzados por indisciplina o traición.

Algún coche volvió a romper en esta etapa (ante) penúltima del viernes cuya crónica leerán ustedes cuando Alá, El Profeta y los burlones Djins decidan. El camión de asistencia fue multado por exceso de velocidad por un policía que se aburría tras los pinchos de un control rutinario. Un par de motos casi parten su dirección al, prácticamente, chocar con unos malditos policías muertos de forma cónica colocados un paso antes de una curva a izquierdas. En Midelt los taxistas se manifestaban pidiendo licencias que les permitan pasar de un departamento a otro del país sin necesidad de presentar mil papeles. En las carnicerías, abiertas más allá del anochecer, las cabezas de vaca y los faisanes rollizos componían no ya piezas de naturaleza muerta sino sorprendentes instalaciones artísticas y en el comedor del hotel servían sabroso tajin de dromedario acompañado de ciruelas pasas.

Son las 22:05  del viernes, hora local. Fuera las estrellas y una moto con la torre de navegación inviable. En las mesas, té, frutos secos y suave cerveza Casablanca. En la televisión, fútbol y los funerales de Chávez. Mañana emprendemos el viaje hacia el Norte y el Estrecho. Volveremos a Missour, pasaremos por Outat-Oulad-El Haj y vivaquearemos en la encrucijada de caminos de Guercif. Slama, hasta entonces.

 

Nota a pie de viaje: Sábado. 19.45 hora oficial de Nador, capital rifeña bañada por la Mar Chica. Es tarde noche de mercado. Los expedicionarios recuperan fuerzas y conexiones de red en el Café París, tan cerca del puerto de Beni- Enzar, tras una última etapa cargada de kilómetros, sol, té, asfalto y cansacio. Embarcamos en ya pero la aventura continúa…