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Haritz: Una ecologista del siglo XXI

Basura, tocino y velocidad

A algunos les ha dado por hablar del “nacionalismo del puerta a puerta”. Y digo yo ¿qué tendrá que ver el tocino con la velocidad?

Antonio Basagoiti  decía hace poco el PP debe “convencer a los vascos de que hay alternativa a la receta vieja de ruptura y división” del nacionalismo “de la basura puerta a puerta”, en referencia a EH Bildu y también “al nacionalismo que se disfraza de moderado”.

O sea, “de la basura puerta a puerta” especifica de qué tipo de nacionalismo estamos hablando,  tal y como lo hace “moderado”. ¿Quizás quería sugerir que “moderado” está en un extremo y “de la basura puerta a puerta” en el otro extremo?

Me temo que no es así, Sr. Basagoiti. No hay un nacionalismo “moderado” (se supone, el conservador) y otro “de la basura puerta a puerta” (el de izquierdas), y en el medio quizás otros “de comedido contenedor”. Eso es confundir el tocino con la velocidad.

La opción de la recogida de basura puerta a puerta (PaP) no tiene nada que ver con ideologías. Tiene que ver con la búsqueda de opciones coherentes con el medio ambiente. El PaP va después de otras, como la reutilización de los productos de consumo, primero, y el reciclado, después.

Como decía en otro post, hay bastante consenso en que ya  no cabe tanta basura. Bolsa a bolsa, en todo el estado se producen unos 25 millones de toneladas de residuos cada año (kilo y medio por persona y día).

Muchos dicen que habrá que meter todos esos desechos en algún lugar. Con un porcentaje de reciclaje “limitado”, la solución hasta ahora han sido los pestilentes y tóxicos vertederos. Pero muchos dicen que las incineradoras se perfilan como la solución final, porque, además de ser una inversión en un mercado deprimido, se obtiene energía al quemar los desechos…

El Plan de Residuos de Gipuzkoa  prevé que, en 2016, el 57% de la basura se recicle o composte (ahora estamos en el 43%, de acuerdo con información publicada por el Diario Vasco). El 43% restante se incineraría en la todavía inexistente planta de Zubieta, generando energía eléctrica. Los vertederos se cerrarían.

Sin embargo, mucho antes habría que valorar la reutilización de los bienes de consumo. No comprendo por qué hay que aceptar sin más el “usar y tirar”, los envases mini dosis, las bolsas, los paquetes, cada loncha en uno, cada hoja de lechuga “convenientemente” fajada en su corsé de plástico. Primero debería venir el reutilizar, el evitar la bolsa de plástico, el comprar a granel, si es posible en el mercado local de productos locales. Es decir, no resignarse a producir tantos residuos. Después  viene el reciclar y compostar.

Y el PaP es una posible solución.

Conlleva la retirada de los contenedores de la calle y su sustitución por postes en los que colgar la basura. En los ayuntamientos en los que se ha puesto en marcha –Hernani, Usurbil, Oiartzun y Antzuola—, se ha aumentado enormemente la recogida y reciclaje de residuos.  Los que lo apoyan dicen que podría hacer factible alcanzar el 89% de recogida selectiva, mientras que el 11% restante se almacenaría en un vertedero de inertes.

Sus detractores tachan de “delirio” estos objetivos y aducen que, aunque el PaP pueda ser viable en zonas de baja densidad de población, su generalización a todos los municipios con más densidad, sin tener en cuenta las distintas realidades urbanas, es una locura.

A lo que se alega que ciudades europeas  con densidades parecidas a la de Donostia, como Aarhaus (Dinamarca), con 250.000 habitantes, Niort (Francia), con 64.000 habitantes, y Monza (Italia), con 123.000 habitantes,  han implementado este sistema con éxito.

El alcalde de Aarhaus es Jacob Bundsgaard, de los Socialdemócratas; Niort es feudo del Partido Socialista Francés; y Marco Mariani, de la conservadora nacionalista Liga del Norte, ha gobernado como alcalde Monza hasta las elecciones municipales de septiembre, en las que  ha ganado el representante de una coalición progresista.

¿Extremistas? No creo.

Lo que pediría a los políticos y políticas de este país es que pongan los debates en sus contextos, y no confundan a la gente con licencias retóricas equívocas.

Hablemos en serio de la basura, sin ideologías.


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