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Y a ti, hijo, te toqué yo

Mami, al confesionario. ¡Te toca nominar!

Siete cochinadas que juraste no hacer jamás y… ahí estás tú… chupando el chupete que acaba de tirar tu hijo al suelo.

Hace unas cuántas… ¡semanas ya!, más o menos cuando empezó la decimocuarta edición de Gran Hermano, recibí una sorpresa de lo más agradable. ‘La mami en apuros’ decidió conceder a ‘Y a ti, hijo, te toqué yo’ un premio:  el ‘One Lovely Blog Award’, cuya insignia ya ondea orgullosa en la columna derecha de este blog.

La recepción del galardón me comprometió a revelar siete cosas sobre mí que no haya publicado todavía y a nominar a otras cinco bitácoras de la ‘La tribu’.  No soy mucho de cadenas ni juegos de estos –lo confieso, soy de las antipáticas que borran los powerpoints moñas y no devuelven los whatsapp de exaltación del ‘porqueyolovalgo’- pero como le agradezco de verdad a ‘La mami en apuros’ su intento de socializarme, esta vez haré una excepción. Eso sí, a mi manera.

Aquí van ‘siete cochinadas que juraste no hacer jamás, y  ahí estás tu…’

1. Oliéndole el culo a la criatura. ¡Mira que hay innovaciones en el mundo del pañal! Los hay extrafinos, ecológicos, reutilizables, de formato braguita, de los que chupan el pipí en menos de lo que un Audi se pone de 0 a 100 para que las nalgas del bebé estén «siempre secas», o de los que son capaces de almacenar más litros nocturnos que Lindsey Lohan durante una juerga. ¡Hay incluso pañales para la piscina que ni se deshacen, ni se hinchan! ¿Por qué entonces no se comercializa ninguno que te avise de que el niño se ha hecho caca? Sospecho que para preservar escenas como ésta:

Cuatro de la tarde a la salida de la guardería. Tres madres (o padres, cada uno que se lo imagine como le de la gana)  charlan animadamente cuando de repente:

– Ufff, huele a ‘cacotas’, ¿no?
– Sí, la verdad es que sí. A ver Pablitooo –Voltea a la criatura que sostiene en brazos y le mete la nariz en el culo-. Pues no, Pablito no es.
– ¡Uy! Igual es mi Andrea. ¡Ven nena! –Coge a la niña que corretea entre sus piernas, le sube el vestido y le olfatea el  trasero. – No, mi Andrea tampoco es. Que ya podría. Que la pobre es estreñida y en casa hacemos una fiesta cada vez que suelta lastre.

Pues me extraña que sea Anaïs, que ya pide orinal –tira de la cría de las coletas  hasta ponerla de medio lado en su sillita, le mete un dedo en el pañal y… – ¡Ahhhrrrggg! Sí, es Anaïs,¿ tenéis una toallita a mano?

 2. Echando saliva en un pañuelo para quitarle un churrete de la cara a la criatura. Esto es muy curioso. No te das cuenta de lo que estás haciendo hasta que ves la cara de asco del canijo intentando zafarse. Entonces como un ‘flashazo’ recuerdas a tu madre frotándote con un cleenex húmedo y aquel juramento interno que formulaste con más  vehemencia que la mismísima Escarlata O’Hara: ¡Yo nunca jamás le haré esto a mis hijos! Entonces sonríes y cualquier atisbo de compasión hacia la criatura desaparece. ¡Ya se lo hará  a los suyos!

 3. Dejándole mirar cómo haces pis. Con suerte, conseguirás evitar a tiempo que meta la mano en el chorro…

4. Chupando el chupete que acaba de tirar al suelo. Sabes que no es bueno, que es una GUARRADA con mayúsculas y has meneado la cabeza de forma reprobatoria cuando lo has visto hacer. Entonces un día…

 Estás esperando tu turno en la carnicería y, de repente, lo escuchas. ¡Pank! El niño ha tirado el chupete al suelo. Llora para recuperarlo. «No, cariño, hay que lavar», le dices con los ojos de una docena de personas clavados en tu nuca. El niño insiste, pero no tienes agua ni un baño cerca. «Cielo, tu lo has tirado, ahora no hay chupete». Sigue llorando. «Te he dicho que no». Llora más fuerte. «Nene, vale ya, no te lo voy a dar…». Grita entre hipidos ¡tete-tete-tete!. Pides un cuarto de pollo, picadillo y dos filetes de ternera. «Ya vale, ¡eh!» Ahora ya tiene un berrinche en toda regla. «Moquea cuanto quieras, ¡no hay chupete!». Pagas la compra y  sales. Giras la esquina, miras a un lado y a otro, después  hacia  los balcones. Nadie te mira. Piensas que no pasa nada por una vez  y, antes de que nadie pueda darse cuenta,¡ te metes el chupete en la boca con disimulo y escupes al suelo! Vuelves a chupar y escupir, chupar y escupir. Lo haces una vez más. Le pones el chupete a la bola colorada en la que se ha convertido la cara de tu hijo e inmediatamente se descongestiona. «Pero no lo  tires más, ¡eh!». ¡Pank!

 

 5. Limpiándole los mocos con la mano. Ese moquito rebelde que se aferra a la nariz del niño y que por más que lo frotas con un bastoncillo empapado en suero continúa inamovible exhibiendo su viscosa composición. Esa agüilla constante que empapa el labio superior del pequeño y que termina con todas tus reservas de cleenex en lo que bajas las escaleras del portal, convirtiéndose en una clara culpable de la deforestación mundial. Esas velas colgantes que descubres justo cuando te llaman para  entrar en la consulta del pediatra… ¿Quién no le ha quitado los mocos al niño con la mano alguna vez? Quien esté libre de pecado que redondee la primera pelotilla. Y es que la cochinada no está ahí, sino en cómo conseguir deshacerte del pegajoso legado de tu vástago. Tras un estudio de la Universidad de Friends Novatos y Expertos en Crianza, esto es lo más común:

– Opción 1. Limpiarte la mano en el pantalón. En la pernera si nadie mira, dentro del bolsillo si hay peligro de ser descubierto

– Opción 2. Restregar la mano con disimulo contra algo, léase pared, barandilla, arbusto, la espalda de ese vecino que te cae mal…

– Opción 3. Disimular hasta encontrar la ocasión de deshacerte de la sustancia nasal adherida a tus dedos,  utilizando cualquiera de las dos opciones anteriores.

(***Nota: Si utilizas alguna otra técnica, ¡cuéntanosla en los comentarios!)

 6. Quitándole un trocito de cera de la oreja con la uña de tu dedo meñique. ¿Dónde están los bastoncillos  para las orejas cuándo los necesitas? Va, total, si dicen que son malos…

7. Comiéndote los trozos de comida que al peque se le han caído al suelo. Entre tus aficiones culinarias ‘ante-partum’ no estaba la cata de productos rebozados sobre baldosa, pero desde que el ‘bichillo’ comenzó con los sólidos, una nueva dieta de aprovechamiento de recursos se ha apoderado de la familia. El fenómeno se explica porque quien da de comer a la criatura, adquiere  un superpoder alucinante: el de limpiar el ‘cachito’ siniestrado a golpe de soplido. Vamos, dicen que unos padres que estaban de cañas en el antiguo Egipto, se pusieron a soplarle a una ración de bravas que se había caído al suelo y así fue como se formó el desierto del Sáhara. Pero no vayas a creer que esta nueva habilidad llega como por arte de magia. Es fruto de un duro entrenamiento previo de lametazos a dedos de bebé, que no hace más que meter la mano en el puré o la papilla de frutas.

Y los cinco nominados son…

1. Con M de Mamá. Porque me he reído un buen rato con sus ‘momentos idílicos’
2. Lajungladetushijos. Para que no pierda comba en esto de recibir premios y podamos conocer a su prometedora familia junglera
3. Mon petit coeur. Para que tenga un feliz regreso al mundo bloggero
4. Menuda manada. Por no tener miedo a exponerse, por su arrebatadora sinceridad
5. Padres Frikerizos. Porque él ya tiene un premio ‘de los de verdad’, pero no podía dejar de citarlo porque me chifla

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(des) Madre por primera vez

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