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Lourdes Pérez

La mirada

El discurso de su vida

Iñigo Urkullu pronunciará este miércoles el discurso más importante, hasta ahora, de su vida política. Lo será, obviamente, porque esa alocución constituirá su tarjeta de presentación, su declaración de intenciones, como el quinto lehendakari desde la restauración de la democracia en Euskadi. Pero en este caso, las circunstancias revisten la investidura del presidente del PNV de una trascendencia que va más allá del acto solemne de su proclamación. La crudeza de la crisis y los cambios que está operando no solo en nuestro arraigado bienestar, sino también en la capacidad de la política institucional para anticiparse e imponerse a los rigores económicos, obligan al todavía candidato a Ajuria Enea a clarificar sus propósitos en este terreno con mayor concreción que lo que ha trascendido de su ronda de contactos con los partidos y del traspaso de poderes con los socialistas. Esa concreción, a la que el líder peneuvista también está forzado por la dureza con que él y los suyos han ejercido la oposición en los últimos tres años y medio, tiene un reverso arriesgado para los jeltzales: poner las cartas encima de la mesa y comprometerse con ellas implica diseñar un camino en el que difícilmente podrán hacer coincidir a todas las fuerzas del hemiciclo, lo que complicaría esa búsqueda de pactos a varias bandas a la que el PNV fía el arranque de un mandato en mayoría minoritaria. Pero al margen de lo explícito o no que acabe siendo, Urkullu tiene ante sí un reto más sutil y complejo: cautivar con sus palabras aunque estas describan una realidad turbia y amenazadora. La ‘prueba del nueve’ de la retórica con la que también se hace posible la política.

El contraste entre los propósitos que exprese Urkullu en materia económica, pero también en pacificación y sobre la reforma del estatus político de Euskadi, y lo que sostenga Laura Mintegi en la misma tribuna de oradores permitirá empezar a calibrar hasta dónde llega en el “nuevo tiempo” la ‘relación amor-odio’ que llevan años cruzándose los jeltzales y la izquierda abertzale. También será el discurso de su vida para Mintegi: el tiempo dirá si su peripecia política perdura o si ha llegado definitivamente hasta aquí, motivada por el encarcelamiento de Arnaldo Otegi y la falta de sincronía entre la autorización de las listas de Bildu y la legalización de Sortu. La contraposición entre los discursos de Urkullu y Mintegi, aunque solo el primero tenga opciones de ser designado lehendakari, es coherente con los objetivos inmediatos que se ha fijado la izquierda abertzale en su regreso al Parlamento: dar a entender que hace política de “otra manera” y que esa manera está lejos, además, del modo en que se conduce el PNV, la referencia en los últimos 30 años del nacionalismo institucional. Pero el desigual mano a mano entre Urkullu y Mintegi visualizará otra imagen: la de una hegemonía soberanista representada en los dos únicos candidatos que reivindicarán sus proyectos en la tribuna, con el PSE de López y el PP de Basagoiti recomponiéndose tras haber aletargado el ‘Gobierno del cambio’.

PD: La ausencia de mayorías incontestables deja en el aire la renovación de los cargos de elección parlamentaria que precisan de un apoyo cualificado. En el caso de EITB, existe un precedente de una situación de interinidad que se prolongó siete años. Tras ser elegido el 1999 gracias al respaldo de EH en la legislatura de Lizarra, Andoni Ortuzar, hoy presidente del Bizkai buru batzar y previsible relevo de Urkullu al frente del PNV, permaneció como director general del ente entre marzo de 2001 y enero de 2008 sin pasar la reválida parlamentaria, ante la imposibilidad de configurar una nueva mayoría absoluta para refrendarle o avalar una candidatura alternativa.

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