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Lourdes Pérez

La mirada

El Gobierno se toma su tiempo

El Ejecutivo de Iñigo Urkullu no aprobará en Consejo de Gobierno su primer proyecto de Presupuestos hasta el 12 de marzo. Aunque los ejes de las Cuentas estarán pergeñados para finales de este mes y a pesar de las urgencias del momento económico, el lehendakari y su equipo han optado por darse tiempo antes de confrontar su iniciativa con las posiciones de los grupos de la oposición, que, cada uno a su manera, están apremiando a moverse al PNV ante la indefinición de su insuficiente mayoría parlamentaria. El Gobierno jeltzale ha comenzado a dirigir el país con una prórroga técnica de los Presupuestos de 2012, dado que la convocatoria por el exlehendakari López del adelanto electoral el 21 de octubre no dejaba margen para que su sustituto alumbrara las nuevas Cuentas en tiempo y forma. En este escenario, y aunque la situación de “emergencia nacional” descrita por el propio Urkullu parecía animar a una tramitación lo más ágil posible del proyecto presupuestario, el Ejecutivo de Vitoria ha optado por ajustarse a unos plazos similares a los que venían manejándose habitualmente cuando el inquilino de Ajuria Enea tenía margen para elaborar las Cuentas antes de final de año. Habitualmente, los distintos gabinetes preparaban los Presupuestos a la vuelta de verano, para su ratificación en el último Consejo de Gobierno de octubre. A partir de ahí se abría otro par de meses para negociar con los grupos.

El ritmo viene a ser el mismo que el confirmado hoy por el portavoz del Gobierno, Josu Erkoreka, aunque la diferencia  estriba en que el tiempo corre con más celeridad porque la herramienta de trabajo en estos momentos son unos Presupuestos en obligada prórroga y porque las demandas económicas aprietan  singularmente. La fijación como horizonte del martes 12 de marzo, en vísperas del parón de Semana Santa, para el envío de las Cuentas al Parlamento implica que su debate en comisión y pleno se prolongará al segundo trimestre del año. Consciente de su mayoría minoritaria y de que la oposición no da síntomas de querer ponerle fáciles las cosas, el Gobierno trata de controlar al menos sus tiempos, en busca de un pacto que le permita sacar el ‘proyecto cabecera’ para cualquier Ejecutivo -el diseño económico del país en función de los recursos disponibles y los compromisos existentes- a través de un pacto de apoyo o de abstención ante su iniciativa presupuestaria.

Resulta estimulante repasar estos días algunas de las cosas que han ocurrido y que se han dicho en la presentación de las Cuentas en ejercicios precedentes. Hoy solo puede provocar una sonrisa de amargura la convicción en 2008 de la entonces vicelehendakari, Idoia Zenarruzabeitia, de que Euskadi tendría pleno empleo al año siguiente pese a la crisis que empezaba a asomar; lo mismo que la confianza del exconsejero de Economía Carlos Aguirre en 2010 de que Euskadi estaba ya refrenando la sangría del paro. Hace apenas doce meses, Mariano Rajoy, elegido presidente un 20-N, encaró un trance similar al que vive ahora el lehendakari Urkullu, aunque con la indudable ventaja de contar con una mayoría absoluta abrumadora en las Cortes. Con distintos criterios en el recién formado Gobierno sobre cuánto había que acelerar la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado, Rajoy optó por posponer su aprobación por el Consejo de Ministro a finales de marzo. En medio estaban las elecciones andaluzas del día 25 de ese mismo mes, a las que Javier Arenas concurría como claro favorito en las encuestas para desbancar por primera vez a los socialistas del poder. Al PP no le alcanzó su victoria y José Antonio Griñán retuvo la comunidad más esencial para el PSOE gracias al acuerdo con Izquierda Unida. Cinco días más tarde, La Moncloa presentaba las Cuentas Públicas más restrictivas y austeras de la democracia.

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