>

Blogs

Lourdes Pérez

La mirada

Orgullo de Bilbao

Uno nace en Bilbao con el orgullo puesto. Lo quiera o no lo quiera, y provenga de donde provenga. Cada ciudad lleva consigo lo suyo, pero es difícil encontrar una más dispuesta a recrearse en sus tópicos, a solazarse en todo lo que significa el bilbainismo, aunque a veces resulte insoportable para ajenos y propios. En Bilbao, el sentimiento de orgullo, haya o no motivos reales para ello, es colectivo. Por muy individualista que se sea. Por rebelde que uno se sienta hacia las convenciones. Por mucho desapego que se tenga hacia eso de ‘ser de Bilbao’, con lo que los demás se explican muchas cosas con solo mencionarlo. Hay una vertiente más doméstica del orgullo, más peleona, que se llama amor propio. Bilbao, sus gentes, lo tienen, es una cuestión de piel, de asfalto. Y es posible que ese ADN de amor propio -y ‘a lo propio’, más allá de banderas y fronteras- sea lo que convirtió a Iñaki Azkuna en el alcalde de la villa con mayúsculas, como si no hubiera habido nadie ocupando la Casa Consistorial antes que él, y mira que él no era del mismo-mismo Bilbao. Pero seguramente nadie supo encarnar como el político durangués los intangibles de lo que en el imaginario colectivo representa ‘ser de Bilbao’.

No fue, es verdad, un ‘feeling’ inmediato. El enamoramiento de los bilbaínos con su alcalde ha avanzado, podría decirse, a un ritmo parecido al de la ciudad limpiándose, abriéndose por encima de sus límites naturales, poniéndose guapa, aunque algunos rastreemos en las esquinas cuando volvemos el aroma del viejo Bilbao industrial, sucio, combativo y vibrante. Los ciudadanos fueron redescubriendo su ciudad, a la vez que se iban encontrando poco a poco con un regidor que atesoraba un inhabitual talento para, desde la altura intelectual, la preparación institucional y una indisimulada soberbia atemperada por el humor, conectar con los sectores más populares de la villa. El paso de los días y de las emociones irá trazando el perfil más complejo y poliédrico de Azkuna, con las sombras hoy diluidas en los obituarios que rinden sincero homenaje a un dirigente que será recordado, para bien, mal o regular, por su innata singularidad. Bilbao ayudó a Azkuna a construir su legado y Azkuna fue el ariete político más idóneo para un Bilbao en transformación. Hay dos maneras de pasar por la vida pública: manchando o sin manchar. Iñaki Azkuna eligió, sin duda, manchar, dejar huella, influir y mandar para cambiar, con el riesgo que ello comporta. Ese despliegue de orgullo, de amor propio, es lo que hoy lloran muchos bilbaínos.

 

Temas

La política de las cosas

Sobre el autor


marzo 2014
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930
31