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Lourdes Pérez

La mirada

Los pactos en la 'campaña tiovivo'

La campaña más tiovivo de la democracia reciente está alentando la impresión de que todo es posible. De que todo puede cambiar de un día para otro -que se lo digan al Sánchez post-debate en Atresmedia- y de que todo cabe en la coctelera de los pronósticos, aunque algunos resulten difícilmente viables cuando no directamente irrealizables. En las once elecciones generales que se han celebrado en España desde junio de 1977 (aquellas sí fueron, ciertamente, históricas), solo se han contabilizado cuatro mayorías absolutas: las del PSOE de Felipe González de 1982 y 1986, la de Aznar de 2000 y la de Rajoy de noviembre de 2011. En todas las demás hubo gobiernos en minoría obligados a pactar con mayor o menor estabilidad y fortuna, y en algunos casos con distancias cortas entre el primero y el segundo del dúo del bipartidismo. González retuvo el poder en 1993, contra los pronósticos de las encuestas y seguramente gracias al debate que le ganó ‘in extremis’ a Aznar, por apenas 18 escaños, tres más que los 15 que permitieron al PP poner fin tres años después al largo ciclo del ‘felipismo’; y Zapatero lideró el Ejecutivo dos legislaturas con márgenes similares con respecto a los populares. Lo que sí ha ocurrido en otras instituciones  locales y autonómicas, no ha sucedido jamás en el Congreso: que el segundo gobierne por encima de la mayoría simple del primero a través de pactos con terceros. Se dirá que se trata de una regla no escrita, que en democracia alcanza el poder legítimamente el que suma con otros y que en el tiempo de los ‘novísimos’ los tabúes están para romperse. Incluso se citará hasta el cansancio ‘Borgen’, la serie danesa en la que la protagonista se instala en el palacio presidencial encabezando un partido bisagra. La comparación es superflua desde el mismo momento en el que la televisión sitúa al frente del Gobierno a una mujer madre de familia y sin trazas de una ambición desmedida. En España ninguna cabeza de lista es femenina y a la actual vicepresidenta se le llama despectivamente ‘menina’.
1.- El ‘tripartito de los perdedores’: El PP está agitando el fantasma de una alianza sobrevenida PSOE-Ciudadanos-Podemos para apuntalar, por un lado, su imagen de fuerza de gobierno y, por otra, para desmerecer las opciones de sus rivales. ‘Todos contra nosotros’, es el mantra de campaña de los populares. La expresión ha hecho fortuna en mítines y titulares, aunque no resista un contraste exigente. Es suficiente con hacerse una pregunta:  ¿es realmente posible que Pablo Iglesias apoye a Albert Rivera, y viceversa, con el único objetivo de echar a un Rajoy eventualmente ganador?
2.- El papel del PSOE: Imaginemos que las encuestas atinan y el PP se impone el 20-D. Los socialistas, con un secretario general en principio sin las ataduras del legado de la Transición, podrían ensayar lo que nunca se ha hecho antes -tratar de desbancar a la lista más votada, en el supuesto de que Rajoy no logre apoyos – si amarran la segunda plaza y se quedan a una distancia mínima de la formación conservadora. Volvamos a hacernos una simple pregunta: ¿es de verdad factible que Sánchez participe en ninguna maniobra a tres, en la hipótesis de que los populares abran brecha y/o los socialistas se vean desplazados como referentes de la oposición?
3.- El estreno de los nuevos: Podemos solo podría asaltar el cielo de la Moncloa en caso de imponerse en la noche electoral, porque si Rajoy despierta animadversión entre sus rivales, otro tanto viene a ocurrirles a Sánchez y Rivera con respecto a Iglesias. Puede objetarse que los socialistas han permitido al ‘podemismo’ asentarse, por ejemplo,  en Madrid. Pero una cosa es una alcaldía, aunque sea tan simbólica como la de la capital de España, y otra entrar a un juego de acuerdos que solo apuntalaría al partido morado como alternativa genuina de gobierno desde la izquierda. Podemos sueña con forzar a Sánchez a elegir entre Iglesias y Rajoy. Pero, ¿vislumbra alguien al PSOE en esas componendas, teniendo en cuenta que el partido se abriría previsiblemente de nuevo en canal si no logra un resultado que permita salvar la cara a su cabeza de lista?
El interrogante vale también en el supuesto de  que Rivera, que ha sugerido que tratará de ser investido si Rajoy no lo logra, se alce como segunda fuerza.
En la ‘campaña tiovivo’, con los partidos girando sin parar mientras sus expectativas suben y bajan, todo parece posible -aunque no lo sea- en medio de una incertidumbre desconocida que no permite descontar sorpresas de última hora. Pero de lo más amenazante para el interés general no quiere hablar nadie: que el mapa en las Cortes se fragmente hasta tal punto que el país se haga ingobernable. Para todos, incluidos los ‘novísimos’ y sus airosas aspiraciones.

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diciembre 2015
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