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Francisco Apaolaza

La columna de Francisco Apaolaza

El segundo 61

La Tierra, como el capote de Curro Romero, puede acelerar inesperadamente su giro o a veces frenarse, como si burlara a las escalas y a los que lo tienen todo claro. Eso que llaman inmutablemente suelo no es más que cortecilla de sustrato sobre un revoltijo de corrientes magmáticas, viscosidades ardientes y plásticas que ralentizan o aligeran el compás del Planeta. Tener los pies sobre el suelo es de inconscientes.
Ajeno a esta fiebre y a este sudor frío, el planeta se retuerce en una ‘rave’ salvaje y mineral sobre la que circulamos a menos de 50 por ciudad. Ahora leo que esa digestión de puchero volcánico con pringá de magma nos ha regalado un segundo. Los relojes atómicos, que son los únicos que se preocupan de lo que de verdad importa, han detectado que el último giro terráqueo alrededor del Sol ha tardado una pizca más que se añadirá a los relojes de 2015. El 31 de diciembre tendrá 23:59:60, una cifra que solo escrita es ya un ajuste de cuentas entre matemática y poesía.
La primera vez que sentí morir el verano fue durante un atardecer que me cogió niño, solo, fuera de la ley y encaramado sobre un cerezo francés, como un zorzal bandolero. Después aullé ‘¡Pobre de mí!’ en aquellos sanfermines devorado por el sueño y el vacío y con la realidad en ciernes como el hongo cercano de un ocaso nuclear. En esos momentos de hambruna vital nunca imaginé que unos geofísicos de los que no conocía ni la existencia me iban a hacer semejante regalo. ¡Una vida en un segundo! ¿En qué emplearlo? Pensar dos veces, besar, apostar, saltar al vacío, llamar por teléfono, apagar la luz, dar un portazo, disparar, comer, apedrear una ventana, gritar, vomitar, beber agua, hacer el amor, quitarse la vida, encender un Lucky, saltar, darle el pecho a un toro, buscar un adjetivo, gritar ‘¡Dame la pasta o te mato!’, sudar, correr, agachar, dormir, saltar, salivar o morir. Quizás solo acierte a dejar pasar ese segundo, a soltarlo como el globo de un niño y ver cómo se hace pequeño en el cielo, como si fuera un desplante ante la cuenta atrás de lo que nos queda, que siempre es poco. Haré pretendidamente nada. El 61 será una salva de honor por todos los segundos que desperdicié, inconsciente, finito y caduco, sí, y también libre.
Artículo publicado en Diario Sur.

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Ideas liebre, pirotecnia subjetiva y recopilación de los textos de opinión publicados con mayor o menor audacia por el autor.

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