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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

Qué hago con la rabia (2ª parte)

Vamos a distinguir entre controlar mi ira y reprimirla, dos procesos bien distintos y con resultados diferentes para mí.

Controlar mi rabia significa que busco un momento más adecuado para expresar mi enfado porque si me dejo llevar por la impulsividad, puedo perder los papeles y no quiero eso para mí: “me estoy dando cuenta de que me estoy pasando”. Controlar siempre es en beneficio mío porque luego me siento mejor y soy capaz de expresar mi malestar de manera más clara y tranquila, contribuyendo a que la otra persona esté más receptiva a lo que le digo y lo tenga más en cuenta: “el otro día me molestó que no colaboraras en las tareas de la casa”.

Reprimir mi rabia, sin embargo, es un proceso muy distinto. Reprimo mis sentimientos cuando no los expreso ni en el momento ni luego, por miedo o inseguridad, quedándose dentro de mí: ”no le voy a decir nada no sea que se enfade”. Al no expresar la rabia, se enquista y permanece como algo insano y negativo en mi interior, contribuyendo, incluso, a que el malestar se agrande mediante el resentimiento y el rencor: “ no quiero estar con él porque nunca se interesa por cómo estoy”. Reprimir no me ayuda a sentirme mejor, sino todo lo contrario; es una energía que se queda retenida y pugna constantemente por salir, por muchos esfuerzos que haga por taparla:” para qué le voy a decir nada, total…”

Busquemos controlar más que reprimir. Dejarnos un tiempo, en silencio, sin hablar del tema, para poder ver con más claridad lo que me pasa, poder separar el grano de la paja e ir a lo que me molesta sin mezclarlo con mis propias inseguridades y miedos: “voy a esperar a serenarme porque puedo sacar las cosas de quicio”.

Sé que es difícil ejercer ese tipo de control cuando estoy “caliente” y el cuerpo me pide “darle caña”. Pero para eso hace falta escuchar el semáforo interior que me señala cuándo se ha puesto en ámbar y todavía puedo controlar la situación: “te estás alterando y estás diciendo cosas que no sientes”. Cuando me noto tenso y crispado, es mejor cambiar de tema o de actividad para no estar focalizados en el problema, saliendo de la situación. Ya lo retomaré en otro momento en que me sienta más tranquilo. Y así se lo puedo decir al otro: “prefiero dejar el tema y ya volveremos a hablar cuando me encuentre mejor”.

Es normal, por otro lado, que cuando se lleva mucho tiempo con un sentimiento reprimido, llegue un momento en que no se pueda más y la persona reviente. Ahí hay que dejarse expresar como salga porque el control no es posible ni deseable: lo que lleva tanto tiempo callado no puede salir poco a poco, sino a borbotones: “necesito decirte que siempre me incomoda venir a visitarte”

Busquemos el escuchar mis sensaciones en el cuerpo para así ser más consciente de ellas y poder expresarlas cuando yo quiera y elija, no cuando ellas decidan por mí.

Caminaremos…Belén Casado Mendiluze/belencasado@terra.es

 

 

 

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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