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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

Mi vasija particular

 

Contaba el Maestro en cierta ocasión la historia de una antigua vasija de cerámica, de valor inestimable, por la que se había pagado una fortuna en una subasta pública. La vasija había sido usada durante años por un mendigo que acabó sus días en la miseria, totalmente ignorante del valor de aquel objeto con el que había pedido limosna.

Cuando un discípulo preguntó al Maestro qué representaba aquella vasija, el Maestro le dijo: “A ti mismo”.

El discípulo le pidió que se explicara, y el maestro prosiguió: “Tú centras toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y de los maestros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasija en la que lo guardas”

 

Tú sabes que cuando una persona te cuenta algo desde su experiencia personal te llega más que si te da una “clase magistral” por muy buena que sea ésta. Y se aprende mucho más cuando se experimenta en carne propia lo escuchado que cuando se ve en cabeza ajena. Hoy te voy a hablar de mi vivencia.

He aprendido con el tiempo a no ocultar mi sordera, a decir abiertamente que no entiendo algo aunque haya escuchado sonidos que no lograba articular en algo coherente y con sentido. Aunque, siendo joven, tapaba con mi pelo largo mis audífonos porque quería pasar por una persona oyente como las demás.

Pero mis aparatos son mis oídos, y aunque haya personas que me miren como si fuera un marciano, creo que ellas tienen un problema si no saben aceptarme como soy. Y aceptación no es condescendencia con una sonrisita en la boca ni compasión de palmadita en la espalda. Aceptación es de tú a tú.

He sufrido mucho en la infancia por la sordera hasta que llegó un momento en que sentí que sólo dentro de mí podía encontrar el consuelo y la ayuda que necesitaba. Así que decidí estudiar Psicología porque quería ayudar a los demás, no porque estuviera tarada. Soy consciente de que mi sordera me ha dado una mayor sensibilidad con las personas que sufren y estoy agradecida por ello.

Nunca me he relacionado con sordos porque tuve una educación con oyentes, pero ahora quiero aprender Lengua de Signos porque siento la necesidad de comunicarme con ellos. Muchas veces he tenido que esforzarme por entender lo que me dicen, apoyándome en los labios de la persona que me habla, suponiendo por el contexto de la conversación de qué se está hablando. En ocasiones, es cansado, la verdad.

Como la sordera no se ve, es invisible, parece que eres una persona rara o asocial por no participar en las conversaciones como los demás. Pero, si a pesar de decirte que no oigo bien y lo que necesito, tú sigues hablando bajo y sin vocalizar, o de espaldas a mí, entonces tengo todo el derecho del mundo a dejar de comunicarme contigo. La comunicación es por ambas partes.

Hoy no te hablo de libros ni maestros sino de mi vasija particular. Un abrazo.

 

Caminamos…Belén Casado Mendiluze

belencasado@terra.es

 

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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