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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

Mi religión es de Vida

 

Creo en una religión que quiere que cada persona se valore y se respete a sí misma como la tarea más importante a realizar en esta vida. “Amate a ti mismo y podrás amar a los demás”, es el verdadero sentido de la vida.

Para amarse a uno mismo, da importancia a escuchar los sentimientos sentidos en el cuerpo, esa conciencia individual que es importante preservar frente a las presiones de los demás. Por tanto, no existen los “deberías” o los “tendrías que” que provienen de mandatos externos ni nadie que pueda controlar nuestra conciencia. Es a ella, a nuestra conciencia interior, a la que hay que aprender a escuchar y de la que hay que aprender a confiar.

Una religión que enseña a poner límites frente a las faltas de respeto y los abusos de los demás. Por tanto, no se concibe el “poner la otra mejilla” sino el decir “no” cuando hace falta y el distanciarse de una persona que nos hace daño.

“Frente al maltrato, tolerancia cero” sería la máxima. De manera que no se ve con buenos ojos la actitud de aguante de quien sufre, de quien espera que con actitudes de cariño hacia el otro, éste vaya a cambiar. Se nos enseña que el amor no todo lo puede y que “nadie cambia contra viento y marea”.Hay que preocuparse antes por estar bien uno mismo que por agradar a los demás.

Por tanto el egoísmo sólo se entiende como la actitud de quien tiene un bajo nivel de conciencia de sí mismo y de esa manera actúa, con poca presencia de sí. En esta religión, no se alaba la actitud de quien lo da todo por los demás, vaciándose de sí mismo. De quien se desprende de su propia identidad para estar agradando constantemente a los demás.

Sí, es posible tener una actitud de entrega y servicio a los demás, pero sin pasar por encima de uno mismo. Cuando esa persona siente que está sin energía, que no tiene tiempo para sí misma y que los problemas de los demás le acaban anulando como persona, es hora de parar y preocuparse por recuperar el propio bienestar.

En esta religión no se dice que “hay que perdonar setenta veces siete”. El  perdón consiste en la actitud de no desear mal a quien te ofendió, liberándote, así, del malsano resentimiento hacia esa persona. Es la forma de “soltar” en nuestro interior lo que nos ataba a esa persona y cultivar, de esta manera, una actitud de paz interior.

Esta es una religión que ensalza no la cruz sino la figura de Jesús resucitado, una figura de vida plena y consciente que es la que cada uno de nosotros estamos llamados a vivir.

 

Caminamos…Belén Casado Mendiluce

belencasadomendiluce@gmail.com

www.psicologiapersonalizante.com

 

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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