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La Taberna de Mou

El entrenador psicópata

Se ha montado una buena en el mundillo del baloncesto con el video de un entrenador universitario americano tratando como basura a sus muchachos. Para quienes no conozcan la historia, se trata de Mike Rice, entrenador de la Universidad de Rutgers, cazado por la ESPN en pleno festival de pedagogía, con insultos, golpes, empujones, balonazos y vejaciones de diversa consideración a sus jóvenes pupilos. El escándalo y la presión fueron tan lejos que la Universidad se vio obligada a despedirle. El tipo en cuestión es, simplemente, un pequeño psicópata con muy mala leche y peor carácter. Sin embargo, y es eso lo que más llama la atención, ya fue sancionado tiempo atrás por conductas similares, sin que por ello perdiera la confianza de los responsables universitarios. Tampoco los sufridos jugadores que han trabajado bajo sus órdenes, se habían quejado con anterioridad de los continuos abusos de coach Rice. Entonces, ¿por qué antes valía como entrenador y ahora es políticamente incorrecta su continuidad? Sencillo: la televisión y su enorme poder idiotizante.

Muchos aficionados al deporte del otro lado del charco y de nuestro país se han escandalizado con las imágenes, sin percatarse de que aquí tenemos a nuestra particular heroína, Anna Tarrés, que presuntamente se pasaba de frenada en el trato a sus chicas de la sincro; por no hablar de las terroríficas historias dadas a conocer durante el juicio por la Operación Puerto, en las que directores deportivos de equipos ciclistas presuntamente colaboraban ejecutando rigurosos y peligrosos planes de dopaje sistemático con sus corredores con el fin de mejorar su rendimiento, con amenazas nítidas a quienes no pasaban por el aro del pastilleo o la transfusión sanguínea. Nada se supo de estas prácticas hasta que una garganta profunda se decidió a dar el paso y denunciar. Todos lo sabían, pero nadie decía nada. Igual que en la sincro. Las medallas tapaban cualquier indicio de porquería que pudiera haber tras tan lustrosa imagen de triunfo y gran familia con buen rollito en cantidades exportables. El éxito es el mejor antídoto contra lo que la verdad esconde.
Rasgarse las vestiduras está muy bien cuando añades una buena dosis de cinismo e hipocresía al caso. No son casos aislados, ni mucho menos. Un entrenador nunca va a pedir algo en contra de la voluntad del deportista. Quienes recibieron sangre de vaya usted a saber dónde, o broncas y vejaciones antes de entrar en la piscina, eran absolutamente conscientes de lo que estaba sucediendo. Si no denunciaron entonces fue, sencillamente, porque no les interesaba hacerlo. El deportista es egoísta y cuando más se avance en lo profesional, más egoísta e interesado se vuelve. Dinero, fama, contratos jugosos. Muy tentador. Al entrenador le exigen resultados. Televisión, publicidad, mucho dinero también en juego. El entrenador, por tanto, exige al deportista. La ecuación es simple. Será injusto, inhumano y salvaje, pero nadie dijo que el deporte de élite fuera sano, justo o pacífico, ¿no?

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