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La Taberna de Mou

La agonía de cuatro ciudades

En estos tiempos que nos toca vivir hablar de drama por el descenso de tres equipos de fútbol suena hasta frívolo, incluso insultante. Vale, es así, pero no por ello deja de ser menos real la angustia que padecen cuatro ciudades desde hace ya varias semanas cada vez que se asoman al abismo de la segunda división. Descender es adquirir el certificado de defunción de un club que, si sobrevive a duras penas en Primera, pierde toda esperanza de supervivencia un escalón más abajo. Descender supone abandonar el escaparate mediático, visibilidad en televisión o prensa, minutos de sonido de carrusel y tiempo de juego, gradas vacías y frío, mucho frío. Descender supone vivir del recuerdo, de la añoranza de viejas tardes de gloria en la que te pones tus mejores galas para recibir a los Grandes ¿Qué salmantino no recuerda la tarde en que la Unión Deportiva ganaba al Atleti de los 4 goles de Bobo Vieri en el Helmántico? Hoy los charros están al borde de la desaparición, al igual que el Alba, el increíble ‘Queso Mecánico’ de Benito Floro que sacaba los colores al Madrid o los azulones del viejo Tartiere, Carlos, el ‘motorín’ Berto o de Antic, justo antes de graduarse con el doblete rojiblanco.

El fútbol es algo más que un deporte. El fútbol es un bálsamo, un anestésico o una escapada, como ustedes prefieran definirlo, más valioso que nunca, precisamente por estos tiempos que nos toca vivir. Siempre ha sido así. Muchos recordarán el drama del verano del 95, cuando el Celta y el Sevilla estuvieron descendidos administrativamente a Segunda B por no presentar a tiempo los avales del 5% de su presupuesto, tal y como marcaba la recién estrenada Ley del Deporte. Un año en el que España vivía una crisis económica muy parecida a la que ahora padecemos, con un insoportable paro de casi el 23% de la población activa, que no impidió que dos ciudades, Vigo y Sevilla, se echaran a la calle para que sus equipos no bajaran. Y lo lograron. La Liga Profesional y la Administración no se atrevieron a dar el paso y perpetraron una chapuza curiosa: la liga de los 22, porque mantuvieron también el ascenso de Albacete y Valladolid, que tendrían que haber ocupado las dos plazas de los descendidos. El fútbol movilizó a más personas que el paro, la crisis o la incertidumbre económica de aquellos duros tiempos.
Solo se puede imaginar qué representa un descenso de categoría quien lo haya padecido con anterioridad. El sábado acabará la angustia de cuatro ciudades, de cuatro equipos que pelean por sortear esas tres malditas plazas que suponen la diferencia entre seguir viviendo, con agonía, pero viviendo, o la desaparición segura. Algunos no entenderán esa pasión, miedo, pavor, tensión, nervios y noches enteras sin dormir que ahora comparten Mallorca, A Coruña, Vigo o Zaragoza. No pierdan tiempo en explicarlo. Desconocen que el fútbol es puro sentimiento y eso, se tiene o no se tiene.

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