Me dedico a la actividad estrella del mediodía doméstico. Reordenar y retirar la ropa del tendedero. Más tarde, con la contemplación de las formas geométricas en el corte de una cebolleta, pienso que las parejas felices empalagan. Qué cara se le pone a la gente al contemplar a los Sarko. Si hasta el presidente francés se ha llevado el aplauso unánime del congreso, incluso antes de hablar de la lucha contra ETA.
No está mal que Sarko bese a su mujer en público, me digo. Ya basta de protocolo.
¿Por qué no puede reinar la armonía? Mi hora bruja ha desaparecido. ¿Qué me ocurre a las 8 de la tarde? Baños. Deberes. Compra. Qué templanza hasta ahora desconocida.
Vivan los Sarko.