La palabra crisis sigue campando en los titulares. Y yo que pensaba que había que arrinconarla para no aburrir. Me sumo a este carro para poder hablar del estrés, que es lo que me apetece. En tiempos de vacas flacas uno pierde el control de la situación y eso es motivo de estrés.

El estrés se extiende como la pólvora. Así podía haber empezado este post. Pero fuera tópicos. Busco mi propia metáfora. El estrés es como la niebla. A veces la ves venir, pero generalmente te sorprende con el motor en marcha después de una curva. Y lo envuelve todo. Un estresado siempre tiene alguien con quien discutir. Come sin darse cuenta de lo que come. Está despierto a la hora de dormir y dice lo que no debería haber dicho.
 
La niebla empieza a despejarse. Hay un poco de luz. Voy a leer. Encuentro un libro del donostiarra Andrés Martín Asuero. Ejecutivo que no supo lo que comía en los mejores restaurantes, hoy escribe acerca del estrés.

“Es como si uno no fuera capaz de soportar la presión; una presión, por cierto, que muchas veces yo mismo generaba, como descubrí más tarde”.