Tenía una tía que compraba libros para leerlos en la jubilación. Pero cuando ésta llegó, siempre tenía algo más importante que hacer que elegir una de aquellas novelas de las baldas del salón. A mí me pasa lo mismo con la mermelada. He preguntado varias veces la receta de ese delicioso dulce de albaricoques casero que de vez en cuando me regala mi familia. Un día pensé que la prepararía en la jubilación.
Fue el adiós a mi futuro como repostera.