Hagamos locuras nuevas. Ese podría ser el mensaje de una entrevistada en un congreso sobre el cerebro
con-los-científicos-más-prestigiosos-del-panorama-internacional. Pues sí. Me lo dijo una neuróloga distante, esto es, temerosa, en los tresillos rojos de la parte noble del Palacio de Miramar. La única forma de mantener el cerebro en forma es obligarle a realizar nuevos retos cada día.
Y ahí estaba yo, recuperando una identidad apenas asomada de viajera solitaria. Había llegado con bien al aeropuerto de Dublín cuando una idea obsesiva -el peor género existente- invadió mi cerebro y me impidió ser esa mujer en paz que sigue su instinto -o a algún viajero con maleta- y no se empecina en una acción que empieza a demostrarse como inalcanzable.
¿Cuál era mi reto? Encontrar el mostrador de Aer Arann, la línea de bajo coste que me llevaría a mi destino como estudiante de inglés en la universidad de verano de Galway.