Aquel día decidí que quería comer coles de Bruselas y pescado. Regresaba del mercado de San Martín y reparé en lo poco amigable del saludo de la vecina. Y yo que había pensado que me preguntaría por mi salud. La escaleras de la casa sin ascensor en que vivíamos me resultaron más empinadas que nunca. Después del almuerzo hice una llamada lacónica.

-Tenemos una cita.

No recuerdo quién me recibió. Qué costumbres. Empezar por la depilación. Sexy hasta el  final, me dije. Y encima te animan a leer para distraer la larga espera. ‘¿Qué he hecho de malo?’ me pregunté al ver la sala donde se produciría el encuentro. Nunca me han gustado los potros. Cuestión de agilidad.

Los caminos nunca son fáciles, dijo el sabio. Pero recogerás tus  frutos. El mío llegó envuelto en una toalla de colores. Inuit.

Las habitaciones, después del evento, eran compartidas. Mi compañera fue paciente con mi sobreestimulación y mi alegría.

De aquel día se cumplen hoy 15 años. Niña bonita.