Una tarde de sábado más. Había que acudir a la Fnac. Paseo entre las novedades de novela a ver si alguna me envía alguna onda -‘cógeme, cógeme’-, dicen a veces. Nada, chica. Ni el John Irvin de tapa dura. Me acerco resignada hacia el stand de autoayuda. Somos una secta. Antes, y por disimular, miro el mostrador vecino de filosofía, política e historia. Mira. Aquí hay una llamadita. Una tesis sobre ‘Los soprano’. Cuando en el coche no suenan los payasos suelo escuchar la banda sonora de la serie. ‘Muy inteligente. Muy moderna. Muy bien elegida. Dan ganas de ser creativa’. Así pienso al volante mientras cantan Dylan o Frank Sinatra después de sonidos de disco rayado.  ‘¿Es la mujer de Tony Soprano feminista?’, reza uno de los capítulos. No. Concluye. Habla a su hija de los peligros de acostarse con chicos pero anima a su hijo a hacerlo con chicas.

Avanzo hacia el mostrador vecino. ‘La primera vez tenía 6 años’. El libro autobiográfico de Isabelle Aubry y su historia de incesto. ‘La de autoayuda es también la sección de varios’ , me digo.  ‘Qué pena no haber venido al mundo a veranear’.  Mi hijo se ha sentado en la zona infantil. Yo me siento en otra sillita. Es la hora de cerrar y el libro, al fin, habla de una niña.