Sé que estoy alienada, como decía uno de los lectores del vecino blog de La Alquimista. A Alberto le parece que todos hacemos lo mismo. Que vamos en rebaño y todo eso. Pero para una madre cuya alternativa es tirar de su hijo para que salga a la calle, la posibilidad de hacer algo diferente enriquece el panorama y suena a libertad. Vida compleja. Aunque hablemos de tiendas y de penaltis. Además las rebajas, con la edad, no son lo que eran. Harta de comprar cosas inservibles tiré la toalla y pasé largas temporadas sin visitarlas. Pero ayer decidí agarrar mi destino por el cuello. Acudiría a dos tiendas. Y tendría tiempo para ver el Brasil-Holanda. Ser una conversa reciente del fútbol hace que vayas sin favoritos. Pero en una de las ocasiones de Kaká -¿ésta soy yo?- me descubrí entusiasmada deseando que este jugador suave que recuerda a un profesor de universidad metiera gol.
Escapé a las rebajas. Y compré con cabeza. Ropa para el niño y pantalones de pijama para mí. Varias camisetas sin destino se han convertido desde hoy en la mitad restante de mis trajes de noche. Oysho me ayuda a reciclar. Aún tuve tiempo de ver el final del Uruguay-Ghana. ¿Las casualidades? ¿La mente de los jugadores? ¿El espíritu del campo? ¿El talento? ¿La preparación? Aún no sé qué es lo que decide un resultado. Cuánto tengo que aprender.