Es una historia cotidiana, o casi, nada de emociones fuertes
a lo madame Bovary, quita, quita. Se trata de una narración donostiarra, donde las
grandes pasiones no caben. La jornada comenzó con un producto de
temporada: las alcachofas. Coloqué sobre la mesa mis diez formidables
ejemplares: pequeñas y sin barbitas por dentro. En poco tiempo, limpias.
Había que llegar a Ondarreta en bajamar. Una idea compartida por numerosos
donostiarras y visitantes: pies acariciados por el Cantábrico. Tras el paseo
llegó el momento. Me despojé de la camiseta y
ocurrió. Primer baño de la temporada. El bautismo de la sociedad laica.
De vuelta en casa, al abrir la olla, las alcachofas estaban en
su punto. Cebollita en la sartén, poca harina y caldo de la cocción. Las
patatas, fritas a fuego lento. Unión de ingredientes. Fin.