Para disfrutar de un daiquiri hay que tomarlo a ritmo lento. Sólo así se distinguen sus sabores, ese ligero toque a sal, que no lleva, el ron blanco, el limón. Fue en la cola de un buffet donde me asaltó la pregunta: ‘¿Cómo se puede tener tan mala cara en vacaciones?’, me pregunté al mirar a una señora contrariada que bien podía ser yo misma. Y también, ¿por qué no puede mantenerse el espíritu relajado de la tumbona, el sol y las palmeras durante todo el año?
Continúo observando. En esta escapada de Pascua he visto a un camarero hablar solo renegando del mal reparto de las tareas; unos monitores de ‘aquagym’ conseguir que el espíritu del grupo atlético descienda sobre sus seguidores; una abuela y una nieta en amena conversación; pájaros que picotean los platos y un mar rugiente que recuerda lo que hay que aceptar.
Filosofía de ritmo lento.