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Pastillas de menta

Cristina e Iñaki, cese temporal de la convivencia

La infanta Cristina se va a vivir a Suiza. Con sus cuatro hijos, que ya están matriculados en el que será su nuevo centro escolar. Se muda de nuevo (el año pasado, de Washington a Barcelona), esta vez por motivos laborales (de ella). Y se va sin Iñaki Urdangarin. Él, el duque de Palma, se queda en la Ciudad Condal. Probablemente se mude a una casita o pisito más modesto, que el palacete de Pedralbes debe resultar muy frío sin una familia numerosa correteando por ahí. Y tras esta exposición de hechos, mi conclusión: esto sí que es, con todas las letras, una cese temporal de la convivencia. Lo de la infanta Elena en su día, en noviembre de 2007, fue una separación en toda regla, maquillada con esas cinco palabras que fabricaron desde Zarzuela. Y lo de la infanta Cristina, insisto, un cese temporal de la convivencia. Pero, ojo, que como el titular de que la hija menor del Rey se va a vivir sin su marido a Suiza sonó un tanto así, “personas cercanas a Urdangarin” aseguraron (vamos, filtraron) a los medios que el exbalonmanista viajará con frecuencia al país helvético para reunirse con su familia. Y así la cosa queda como que no pasa nada, como que ella se va a Ginebra a trabajar porque no le queda otra y él se queda en casa para seguir defendiendo a capa y espada su honorabilidad.

Los duques de Palma, con sus cuatro hijos, después de trasladarse a vivir a Washington.

Los duques de Palma, con sus cuatro hijos, después de trasladarse a vivir a Washington.

Que si el matrimonio entre los duques de Palma hace o no aguas es cosa de ellos. Bueno, y en cierto modo de todos nosotros, que para algo nos rascamos el bolsillo cuando nos ‘invitaron’ a la boda para pagarles el reportaje de vídeo (excelente retransmisión de TVE, por cierto, nada que ver con la de años después de los Príncipes de Asturias) y el cubierto. Pero con agua al cuello o sin ella, lo que sí es cierto es que la unión Urdangarin-Borbón no está bien vista desde el/los comportamiento/s “no ejemplar/es” del excelentísimo señor (que es el tratamietno que corresponde a  Iñaki). El primero que repudió al duque, que no se olvide, fue su propio suegro, apartándole de todo acto oficial de la Corona. De ahí que a nadie tiene que extrañar que luego lo hicieran decenas, cientos y miles de españolitos de a pie. Y es curioso, a mí me lo parece al menos, que la noticia de la mudanza a Ginebra se dé a conocer horas después de que la Justicia haya dado vía libre a la publicación de correos personales (e íntimos) del duque de Palma. Unos mails que en mayor o menos medida uno se puede imaginar qué pueden contener. Son privados y, como tal, cada uno en esa parcela de la intimidad puede hacer (otra cosa es que deba) lo que le dé la gana. El problema surge, siempre pasa, cuando lo que no se quiere que se sepa ve la luz. Pero eso es harina de otro costal. Cuando tenga que ser… Será. Y, para entonces, la intanta Cristina ya estará en Suiza. Y sus hijos también.

Precisamente, salvaguardar a Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel (“a secas”, como dijo a la prensa Iñaki Urdangarin el día que nació su tercer retoño) e Irene es una de las prioridades de la infanta Cristina. Como la de cualquier madre. Y sí, es cierto que esos niños fueron puestos en el disparadero en cuanto volvieron a poner un pie en España. Ahora, en Suiza, con kilómetros de por medio, se les podrá proteger de una presión mediática que no merecen. Ellos no deben pagar por los errores/pecados/delitos/o como quiera llamarse de sus padres. Ni tener que desayunarse todas las mañanas con una legión de fotógrafos frente a su casa. Claro, que yo, que soy muy mío, tampoco los hubiera expuesto gratuitamente en Palma de Mallorca este lunes, por muy bien que quede eso de que la Reina pose con sus nietos. A mí no se me olvida el rostro, triste, tristísimo, de Juan Valentín del año pasado abandonando la isla tras un precipitado fin de semana en Marivent. Eso me pasa, fijo, por tener buena memoria.

Cuentos de reyes, príncipes y lo que se tercie

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