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Ane Arruabarrena

Ladelponcho Verde´s… Daily Tales

Con la esperanza bajo el brazo

Conocí a I. a los dos años (ella ya tenía tres), el primer día de colegio. De eso se acuerda ella. Es ella la que siempre me recuerda que me saludó nada más entrar, que nos dijimos nuestros nombres y ya no nos separamos más. Y no, nunca nos hemos separado. A pesar de la obligada distancia física, ya desde la universidad y ahora con todavía más peso. Pero la conexión sigue ahí, intacta. Hemos crecido juntas y nos conocemos de esa forma en la que solo se conocen los amigos de toda la vida.

Por eso siento que algo en mí también ha cambiado ahora que I. ha sido madre. La conexión se ha vuelto más fuerte. Tengo que repetírmelo a menudo: ¡Ha sido madre! Todavía me cuesta creerlo. La veo sentada a mi lado en la entrada del cole, sacando con cuidado de su bolsita de la merienda una tableta de chocolate blanco y mordiendo un minúsculo pedazo, como si fuera un pajarito, con esa delicadeza que la caracteriza. Y entonces pienso en cómo ha pasado la vida y en todo lo que hemos hecho. También siento una repentina responsabilidad. Al fin y al cabo, hay dos nuevas personitas en este mundo con las que tendré una conexión especial. No me preocupan sus padres, porque ambos son grandes personas, de esas que quieres que tengan montones de hijos para llenar la Tierra de gente que merece la pena.

¿Pero qué pasa con el mundo que se encontrarán? ¿Hemos hecho lo suficiente para tratar de darles un lugar mejor? Porque los bebés crecerán, vivirán lo que su madre y yo vivimos juntas, ¡incluso llegarán a tener nuestra edad! Y se harán mayores, y quizá ellos también tendrán hijos en algún momento. (Y ahí entiendo la emoción de mis padres con la noticia, por ejemplo. Porque probablemente ellos pensaban lo mismo de nosotras cuando nos veían jugar en la terraza de casa). Quiero decir, que parece obvio. Pero no lo es. Es el milagro de la vida, que aunque muy manido, no deja de ser verdad. En estos días en los que solo hablamos de tragedias, de muertes, como la de los pasajeros del vuelo 9525, la de Moncho Alpuente o la de Pedro Reyes, días en los que cuesta levantar la cabeza… quiero brindar por la vida. L. y K., bienvenidos a este mundo. Sé que muchas veces es difícil y que tenemos muchas cosas que mejorar, pero en eso estamos. ¡No perdamos la esperanza!

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Historias, ideas, curiosidades y reflexiones de una donostiarra en la Bahía de San Francisco

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marzo 2015
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