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Puerta atrás

El tuerto es el rey

Disculpen que no comparta la euforia que ha envuelto a la última victoria del GBC. Lo verdaderamente extraño es que comienzo a advertir en el equipo el conocimiento del camino a seguir y la capacidad de recorrerlo; pero Bilbao Basket representó el sábado el auténtico país de los ciegos y el GBC se quedó en un tuerto que allí reinó. Y digo tuerto con todo lo de incompleto que eso conlleva porque después de una brillante, brillantísima primera mitad, los dos últimos actos del encuentro dejaron el trabajo a medias. Se ganó el partido sufriendo más de la cuenta cuando el equipo estaba jugando para firmar un sobresaliente; sin embargo, mediada la segunda parte -más o menos cuando se sienta Robinson- el ataque que estaba marcando unos niveles de riqueza asombrosos se volvió plano, se convirtió en previsible y desembocó en una sucesión de unos contra uno sin ventaja, sin sentido y sin peligro alguno. Fue frustrante porque el apagón ocurrió después de muchos minutos de fabricar canastas sencillas, posiciones libradas y ventajas evidentes. La defensa bilbaína estaba a merced de la excelencia del GBC hasta que los guipuzcoanos dejaron de hacer lo les venía funcionado para no proponer prácticamente nada y facilitar mucho las cosas al rival. Lo cierto es que la seriedad en defensa y la dureza mental cuando todo se ajustó fue positiva y tranquilizadora, aunque nunca debimos llegar a esa situación… fue como un pequeño chasco después del festival de la primera mitad.

La sensación que me quedó es como la del padre que sabe que su hijo podía sacar un diez en un examen y le trae un seis, ha aprobado pero esperas más de él.

Sin restar mérito a todo lo bueno que mostró el GBC, he de decir que Bilbao Basket me dejó una sensación terrible de equipo endeble, destacando en lo negativo en el apartado defensivo. Dicho esto, Gipuzkoa Basket tuvo la pericia de que se jugara el partido que más les interasaba a los donostiarras y que más incomodó resultaba para los bilbaínos. Defensivamente el GBC marcó la diferencia, lo estaba haciendo también en el apartado reboteador durante la primera mitad y ello le ayudaba a dominar a su antojo el ritmo de partido, pero cuando flojeó en los tableros después del descanso el ataque pagó el precio en cierto modo; aunque esa no fue la razón principal de la caída de rendimiento ofensiva. Nos olvidamos de compartir el balón y de buscar ventajas.

Lo que sí resultó del todo decisivo fue la supremacía de Jason Robinson en la batalla del puesto de tres. Era una de las principales claves del partido, quien saliera vencedor del duelo J-Rob contra Alex Mumbrú, daría a su equipo una ventaja importante y ésta fue a parar hacia el lado local. Robinson está demostrando ser el líder que este equipo necesita, el Panko de hace dos temporadas si se me permite la expresión. No por coincidencia de puesto pero sí de rol, de peso específico en el particular universo de la plantilla. Robinson es clave, su influencia sobre el juego resulta meridiana, tanto con o sin balón su influjo en el equipo es total y jamás está rehuyendo la responsabilidad de los balones que queman. Su llegada al equipo se puede calificar ya como un acierto absoluto. Y es que el jugador sobre el que recae este papel para un equipo como el GBC puede resultar la diferencia entre jugar con lluvia o bajo el brillo del sol. Me explico. Panko, Woods y Robinson han sido en la era Sito Alonso los llamados a ejercer de ‘jugador franquicia’ por así decirlo; cuando esta figura ha rendido a alto nivel, el resto de actores de nuestra película, sean coprotagonistas o papales de reparto, han desarrollado su función más cómodos y de manera más eficiente; mientras que cuando el sol de ese jugador llamado a alumbrar al equipo no ha brillado, el resto han tenido que sobreactuar y cumplir tareas que en principio no estaban llamados a realizar y por lo general, hemos naufragado. Por esto, la presencia de Jason Robinson me seduce sobremanera y me invita a pensar que una de las piedras más importantes para que nuestro edificio no se tambalee está colocada correctamente.

Mi otro motivo principal para el optimismo se asienta en la dinámica del equipo. Se percibe el buen rollo, se palpa un vestuario alegre, unido, cohesionado, bien estructurado, con papeles definidos, con jugadores satisfechos con su función y motivados para llevarla a cabo. Dos saltos importantes, éste y el anterior al que me refería con J-Rob, marcan un abismo de mejora respecto a pésima temporada pasada. Y además, somos conscientes de lo que somos y no tenemos una frontera inalcanzable que franquear o un pozo abismal del que salir. Es mucha menos presión con la que lidiar porque cada paso al frente es un triunfo. En cuanto a la operatividad del vestuario, esa evidente unión, no quiero dejar de destacar a dos jugadores que en este asunto me parecen completamente vitales: Mikel Motos y Jon Cortaberria. Lo de Mikel se resume en dos circunstancias muy sencillas que sirven como metáfora tanto dentro como fuera del campo. La primera son los convincentes seis minutillos que juega el día del Joventut. Y digo minutillos porque prácticamente cualquier otro jugador en seis minutos no le da tiempo a demostrar absolutamente nada si tan solo dispone de estos y no más; pero Motos logra que cada segundo suyo sobre la pista valga oro, que cada acción en la que se vea implicado suponga su cien por cien y esto le da muchísimo al equipo, tanto por lo que el propio jugador suma como por lo que contagia a los demás; no sólo mantiene el nivel de intensidad sino que lo eleva. Y en lo que respecta a fuera de la pista, simplemente ver su actitud en el banquillo y la felicidad con la que sale del vestuario al acabar el partido por el hecho de haber ganado a pesar de no haber jugado prácticamente nada, me parece de quitarse el sombrero. Y Corta, en su función de trabajo sucio y de pegamento en el equipo, ídem de ídem, otro valor añadido que no se refleja en las estadísticas.

Aunque quizá lo que más me alegró e ilusionó de este último partido fue la entrada en escena de Raúl Neto. Evidente paso al frente, convincente salto en sus prestaciones; lideró al equipo, marcó la pauta, protagonizó acciones decisivas. Éste sí es el Raúl Neto que esperamos y no es casualidad que su mejoría vaya ligada a la del equipo. Su actuación fue una de las mejores noticias.

A la irrupción de Neto, debemos sumar la de Hanley que en absoluto es baladí. Su aparición en los dos últimos partidos ha ofrecido una profundidad a la rotación interior que se estaba demandando a gritos; suma en el rebote, finaliza, está más concentrado en su función; en resumen, da lo que de él se demanda. Y junto a Hanley, de la mano viene su compañero de puesto, un Ramsdell que acertado de cara al aro parece un jugador completamente distinto al menos en el apartado confianza.

Y ya son tres jugadores más que a los que están rindiendo bien regularmente. Diría incluso que la mejoría de Winchester es evidente, después de los dos desastres frente a Valencia y Joventut, ha firmado dos partido sólidos en Barcelona y en el derbi. El problema sigue estando en que David está muy solo en el puesto de cinco para ciertas tareas y eso que su labor es encomiable y su actuación sólida (salvo por las faltas tontas que de vez en cuando sigue regalando). Doblas está a un gran nivel, pero creo que es un pensamiento general es que para marcar las diferencias ahí dentro no hay nadie más.

Hete aquí, que con todo esto nos encontramos 2-3 tras cinco jornadas, un buen resultado que podría ser mejor pero que seguramente hubiéramos firmado antes de comenzar la temporada. Lo más importante al margen de esos dos triunfos es que se comienza a vislumbrar ese camino adecuado para poder prosperar. Se comienza a hacer muy evidente en cuanto a trabajo, espíritu, actitud y todo lo que a esto rodea; ahora hay que comenzar a definirlo claramente en cuanto a juego. Porque veníamos de dos de cal (Barcelona lo considero cara a pesar de la derrota) y dos de arena y en derbi dimos también una dosis de cada lado de la moneda… imponiéndose el positivo y siendo capaces de atar la victoria cuando las cosas se pusieron feas, pero sin olvidar que durante la segunda mitad mostramos muchas carencias, especialmente en ataque y reminiscencias de nuevo en el rebote, que no podemos obviar si queremos seguir creciendo.

La victoria está bien, sí; las sensaciones son positivas, pero no fue un partido redondo ni encuentro motivos para ningún tipo de euforia o de celebración desmedida. Para mí, la segunda parte fue un toque de atención importante, un recordatorio después de demostrar de lo que somos capaces, de que si nos despistamos podemos perder con cualquiera. En el país de los ciegos que supuso Bilbao Basket nos bastó con ser tuertos para reinar, ahora tenemos dos pruebas importantes visitando a Murcia y Canarias, donde si queremos sumar algo va a haber que dar lo mejor durante los cuarenta minutos de cada partido. Van a ser medidas interesantes de donde está este GBC, que nos ha demostrado que puede brillar a un alto nivel, pero todavía debe convencer demostrando esa solidez de juego durante todo el partido.

 

Iker Sagasti. @sagastiker

Fotografía: Ortzi Omeñaka. @ortziomenaka / Imquiality

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