Cuando se marcha un líder, cuando se marcha una leyenda, la única mirada es la de la gratitud. Claudio Bravo ha permanecido ocho años en San Sebastián, donde deja una huella de futbolista grande. Deja un legado. No es el suyo un caso de jugador trastornado por el ego, no tiene alma de Saturno devorando a su hijo sino más bien una ambición sana por crecer y una profesionalidad intachable. Ésas han sido sus señas de identidad, reconocibles y honestas, y parte de esa filosofía se queda para siempre en el club txuri urdin. Las porterías de Zubieta saben a chapalele.

No será fácil buscar un sustituto para Claudio Bravo. Si era fundamental en la Real es porque se había convertido en el futbolista que empezaba el juego. El primer paso siempre era suyo y en todo este tiempo podemos decir que ha sido un salvavidas porque su fiabilidad era contundente. Si ha cometido errores es porque éste es un deporte de riesgo, pero que levante la mano el que no se haya equivocado en este juego. Bravo tenía la llave de la caja fuerte, sólo él conocía la contraseña. Las jugadas empezaban en su cabeza, él era el primer paso de la aventura, suya era la primera decisión. De ahí que si la Real ha llegado con facilidad al área contraria en los últimos años es, en parte, a las acertadas decisiones de Bravo. Apoyarse en el lateral, buscar la peinada de Xabi Prieto o Zurutuza, comenzar el contragolpe con Griezmann o Vela, mantener la serenidad con los centrales… No sólo detenía remates, también comenzaba las jugadas.

Si no ha alcanzado el nivel del santoral institucional es porque el fútbol fabrica ídolos fundamentalmente en las posiciones ofensivas, pero su participación en la progresión de este club y retorno a la élite ha sido decisiva. Además, no hay que olvidar su faceta de líder. Era una voz respetada en el vestuario y su integración en nuestro territorio había sido ejemplar. No es fácil gritar, alzar la voz y demostrar carácter cuando uno está rodeado de figuras. Bravo lo hacía y los demás le seguían: “Un gran líder es el que puede ayudar a otros a descubrir su potencial por sí mismos” (Bo Bennet).

Sus condiciones invitan a pensar que encajará en el sistema tan particular del Barcelona. Desde luego, su juego de pies no tiene parangón y sólo falta por saber qué porcentaje de fiabilidad demostrará en los mano a mano, una asignatura tan compleja como habitual en los partidos de los culés. Mientras, la Real tiene la ardua tarea de tapar su hueco. Nunca es fácil elegir a los sustitutos. Y menos si hablamos de un líder, de una leyenda: “Mira hijo, ese portero jugó en la Real y dejó un gran recuerdo. Eso es lo más difícil, el trofeo más valioso”.