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Carlos Elorza

Sesión Continua

Zinemaldi'07. Gracias Schnabel jauna

No por ayudar a que sus amigos nos visiten en épocas en Zinemaldi. Hoy no por haber montado la exposición de la que más se ha hablado los últimos meses en Donosti. Gracias por haber rodado “La escafandra y la mariposa”, la emocionante historia de la convalecencia de Jean-Do Bauby que afectado por el “síndrome de cautiverio” sólo tenía su ojo izquierdo para comunicarse con el mundo. Y le dio hasta para escribir un libro.


En el cine de Schnabel se nota que es un artista. Me gusta su forma de rodar. Uno diría que se la juega en cada plano. A veces le sale bien y en otras fracasa. Pero siempre busca formas nuevas de contar lo que quiere. Y en “La escafandra y la mariposa” se arriesga en el fondo y en la forma y acierta casi casi casi siempre. Me gusta que me ponga en el punto de vista del protagonista, me gusta que se vea tan poco y tan “seleccionado” del Jean-Do preataque, me gusta cómo me cuenta la relación con sus hijos y la madre de éstos, me gusta cómo refleja en un par de pinceladas certeras la relación con su novia, me gusta que trate a Jean-Do más como un hombre que como un enfermo. Por supuesto, no podrá con la dulzura de “Caramel” en el Premio del Público, pero me temo que de aquí a un par de años tendremos mucho más presente la emoción de “La escafandra y la mariposa”.    


En la Sección Oficial le tocaba el turno a John Sayles con “Honeydripper”. Tengo que reconocer que Sayles es uno de mis guionistas/directores favoritos. Me encanta los diálogos que escribe, sus sencillas puestas en escena, las interpretaciones de sus actores. Pero también reconozco que a veces sus pelis se alargan en exceso. Es como si se enamorara de su material y fuera incapaz de cortar nada. Seguramente es lo que puede ocurrir cuando uno se encarga de escribir, rodar y editar sus películas. Y es lo que le pasa en “Honeydripper”. No me molesta el ritmo cadencioso como de blues de Alabama de su película, si no que la acumulación de situaciones, personajes y líneas argumentales impiden que la narración fluya como debiera. Disfruto con sus diálogos (a los que sus correspondientes subtítulos no hacen justicia), el tono de la película, esos actores (salvo el propio Sayles), la elegancia de la puesta en escena, esos campos de algodón maravillosamente fotografiados…  Individualmente todo funciona, pero en su conjunto es como si Sayles diera demasiados rodeos para llegar adonde todos sabemos que tiene que llegar. Me recordó a cuando un músico se pone a hacer solos prodigiosos y no acaba de rematar el concierto. Seguro que es duro dejar fuera escenas espléndidamente escritas e interpretadas, pero a veces eso es bueno para la película en su conjunto. 


No nos lo pone fácil la coreana “Shadows in the palace“, una historia de fantasmas, asesinatos e intrigas palaciegas en el siglo XVII. El director no es precisamente un prodigio de claridad narrativa, pero cuando además me encuentro con más de media docena de actrices orientales, todas de la misma edad, vestidas y peinadas de forma similar tengo que reconocer que tengo problemas para colocar a cada uno de los personajes en su contexto. Si a esto añadimos unos efectos especiales y unos decorados tirando a cutres, la utilización gratuita de la violencia y su tono de telefilm no me extraña que haya sido la única peli de la Sección Oficial que no ha sido aplaudida en el pase en el que la he visto. A mí dejó de interesarme a la media hora.


El resto va telegráfico. “The show must go on” divertido y resultón relleno para Zabaltegi – Perlas, “Death at a Funeral” o una muestra de cómo el tener intérpretes británicos no garantiza buen humor inglés, “Darling” anodina peli sueca en la que nada molesta, nada emociona, nada es original y “The Bird can’t fly” tremendismo a la sudafricana.


Seguiremos informando… (mañana los primeros “premios”)


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