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Peña Nieto, una presidencia descarrilada

Enrique Peña Nieto y Donald Trump, durante su reunión en México. REUTERS/

 

Con dos años todavía de mandato pendiente, Enrique Peña Nieto deberá esforzarse mucho para convencer a los mexicanos de que su presidencia cumplió mínimamente las grandes expectativas que suscitó su elección. El último petardazo ha sido la invitación a Donald Trump a un café. El diluvio de críticas ha sido espectacular y las explicaciones del mandatario no han hecho sino encrespar más los ánimos. El desaire de Hillary Clinton con su rechazo a una invitación similar ha amplificado aún más si cabe lo vergonzoso del episodio.

Enrique Peña Nieto y Donald Trump, durante su reunión en México. REUTERS

Enrique Peña Nieto y Donald Trump, durante su reunión en México. REUTERS

Las encuestas conceden a Peña Nieto una popularidad del 24% y bajando. No es sólo el tremendo error de recibir a quien está ofendiendo un día sí y otro también a los mexicanos, sino que el país mismo experimenta un franco retroceso, pese a lo positivo de unas reformas estructurales que apenas se perciben en el día a día de la convivencia nacional.  Se suponía que leyes, como la de energía, telecomunicaciones, fiscalidad o transparencia darían a México una nueva velocidad, pero la sensación es que o han fallado o todavía no se notan los efectos de los cambios. La reforma educativa, en concreto, se enfrenta a una abierta rebelión de algunos estados.

Mientras, las grandes lacras de México, pobreza y violencia, ganan nuevos terrenos sin que el Estado aplique políticas efectivas que puedan acotarlas a medio y largo plazo. La CEPAL (Comisión Económica para América y el Caribe) ha situado a México, junto a Guatemala y Venezuela, como uno de los tres países donde más ha crecido la pobreza, con un avance del  51.6% de la población del país en 2012 a 53.2% en 2014. Los datos son algo antiguos, pero los organismos mexicanos encargados de este tipo de contabilidad se encuentran sumidos en un escándalo por los métodos estadísticos aplicados. En cualquier caso, la profunda desigualdad que padece México parece incuestionable. Un 10% de la sociedad acumula el 68% de la riqueza y un 90%, el 32% restante.

Cifras de la violencia

Más claras parecen las cifras de la violencia. El pasado abril se volvió a romper el récord de víctimas de homicidio al día con 55,7, un total de 1.683 asesinatos, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). El primer cuatrimestre de 2016 acumula el mayor número de víctimas desde 2014, con 6.576 casos. Un 13% más que en 2015 (5.812); y un 8,7% más que en 2014 (6.047). Entre los responsables de la situación no está sólo el Gobierno. La corrupción e incompetencia de los responsables de algunos estados siguen contribuyendo de forma importante. A ello hay que unir la sensación de impunidad a la que se enfrentan las víctimas frente a los verdugos. Los 43 asesinados de Iguala, entre otras matanzas, siguen pidiendo justicia desde hace más de un año.

Hay datos positivos como el aumento de la inversión extranjera y el turismo. La ley anticorrupción firmada con el apoyo de la oposición puede suponer una buena herramienta para comenzar a sanear la vida pública, ya que obliga a todos los funcionarios a presentar una declaración patrimonial, fiscal y de intereses. Sin embargo, la sensación de inseguridad y pobreza que llevó y lleva a miles de mexicanos a emigrar a Estados Unidos  o buscar supervivencia lejos de sus hogares es cada día mayor. A Peña Nieto se le acaba el tiempo.

Las dos principales lacras de México, la pobreza y la violencia, siguen sin encontrar una política efectiva que las frene

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