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Cantabria, en cinco playas

Por Julia Fernández

Pocas cosas hay tan agradables como sentir la caricia de la arena templada en los pies desnudos. Pero este placer, en el norte al menos, no lo podemos practicar a menudo. Ahora que el verano ya ha llegado, al menos oficialmente, es el momento de buscar esos arenales con encanto para pasar un buen rato al sol o darse el primer y refrescante chapuzón de la temporada.

Cantabria es un lugar perfecto para descubrir pequeños paraísos de arena. Sus más de 220 kilómetros de costa estás salpicados de playas y calas que merece la pena visitar, incluso aunque no haga buen tiempo, por si belleza y su entorno. Algunas son de sobra conocidas, como la playa de la Salve, en Laredo, la más grande de la comunidad; las del Sardinero y la Magdalena, en Santander; la de Los Locos, en Suances, destino ‘surfer’…

Pero hay más. Aquí hemos seleccionado cinco por las que merece la pena madrugar y hacerse unos kilómetros más para pasar un buen día a orillas del Cantábrico.

MERÓN

Es uno de los arenales de San Vicente de la Barquera, en el extremo occidental de la región, y que hay que distinguir de otro con el mismo nombre que hay en Villaviciosa, Asturias. La playa barquereña está a dos kilómetros del núcleo urbano, por lo que se puede llegar dando un paseo, en bicicleta o en coche. Ya solo la carretera que lleva a ella (CA-364) merece la pena.

Tiene unos tres kilómetros de largo y su arena es blanca y fina. Goza de todos los servicios que se le puede pedir a un arenal para ser cómodo y en verano tiene servicio de socorristas desde medía mañana hasta última hora de la tarde. Si hay viento, sufrirá un fuerte oleaje, lo que también la hace perfecta para los amantes del windsurf. Eso sí, los perros y los caballos se deben quedar fuera y tampoco se puede jugar a palas ni con balones.

Después de un buen día al sol, podemos acercarnos a San Vicente a tomar algo, e, incluso, a darnos el gusto de probar buen marisco. Ya allí, tenemos acceso directo a la autopista. Aunque si queremos hacernos con algún dulce típico, podemos hacer unos cuantos kilómetros más hacia la frontera con Asturias y comprarnos unas buenas corbatas de Unquera.

LUAÑA

También recibe el nombre de playa de Cóbreces, localidad que está a menos de un kilómetro, y se encuentra en la costa central de la comunidad, en el municipio de Alfoz de Lloredo. Es un arenal pequeño y coqueto, mide unos 600 metros, sin embargo, apenas tiene pendiente o desnivel. Hasta 2007 tuvo bandera azul, pero al año siguiente unas obras en su entorno le hizo perderla. La erosión y las corrientes también le han jugado una mala pasada y dejan al descubierto piedras y rocas al llevarse su fina arena.

No obstante, es una cala con mucho encanto y bastante frecuentada durante el periodo estival. Su parking no es muy grande, solo tiene plazas para cien vehículos, lo que obliga a madrugar un poco para no desesperarse. Aunque también podemos llegar en autobús desde Torrelavega. Tiene socorristas y los servicios necesarios, incluido el acceso a minusválidos, pero no podemos jugar a palas ni llevar animales.

Lo más impresionante de Luaña es su entorno, rodeada de praderas y masas boscosas, y a tiro de piedras de Cóbreces, un municipio de apenas 600 habitantes pero con un gran patrimonio arquitectónico, como la iglesia del pueblo, San Pedro ad Vincula, de estilo neogótico, y la abadía cisterciense de Santa María de Viaceli, hoy un monasterio trapense donde se fabrican los afamados quesucos de Cóbreces. Como curiosidad, la localidad está a tres kilómetros de Novales, otro pueblo famoso en Cantabria por sus limones gracias a su microclima mediterráneo.

EL PUNTAL DE SOMO

A Santander le sobran buenas playas, pero cuando uno pasea por la zona del frente Marítimo hay una que sorprende por su ubicación. Es la de El Puntal, perteneciente al municipio de Ribamontán al Mar. Su nombre lo dice todo, se trata de una lengua de arena enclavada en mitad de la bahía y rodeada de agua por todas partes menos por la que le une a tierra.

Los aficionados al moreno dicen de ella que es una de las mejores para conseguir un buen color. Y los que valoran otras cosas, alertan de sus increíbles vistas. A un lado está la estampa de la Santander más regia; al otro, la zona de Pedreña y sus suaves colinas; y si se alza la vista, en un día claro, se pueden ver los Picos de Europa, que, dependiendo del mes en que vayamos, podemos verlos hasta nevados mientras nos colocamos el bañador.

La playa medirá aproximadamente medio kilómetro y merece la pena visitarla por la calidad de su arena, final y dorada, pero tendremos que saber que no tiene duchas ni equipamientos, más allá del servicio de socorristas. Otra cosa curiosa es que a El Puntal podemos llegar en las típicas pedreñeras (Lanchas Los Reginas) que cogemos en el Palacete del Embarcadero en Santander. Si preferimos ir en nuestro coche, solo tenemos que seguir las indicaciones hacia Somo y dejar el vehículo en el parking. A la playa accederemos por un pequeño paseo hecho de madera que cruza la zona de dunas.

COVACHOS

Este arenal está enclavado en la localidad de Soto de La Marina y es un poco especial. Se trata de una playa nudista de apenas 50 metros de largo por 10 de ancho. Esta a kilómetro y medio del pueblo y a ella se baja por unas escaleras. No hay acceso adaptado a minusválidos.

Es un lugar muy íntimo, muy poco frecuentado, aislado de los municipios cercanos y donde ni siquiera hay servicio de vigilancia durante el verano. A la hora de bañarse hay que ser muy prudentes porque si hay viento, que es frecuente, hay fuerte oleaje y en un descuido podemos acabar contra las rocas. El acceso al agua, además, tiene una pendiente pronunciada.

Sin embargo, puede que sea una de las calas más bonitas de la costa cántabra. Su nombre deriva de las cuevas que hay en las rocas calizas que la rodean y llama la atención la isleta central que, en las bajamares, queda unida con la isla de Castro. Los acantilados de alrededor, además, ofrecen unas vistas espectaculares.

BERRIA

Más cerca de la frontera vasca está la playa de Berria, en la zona de El Dueso, en Santoña. Se encuentra ubicada entre los encinares de los montes Brusco y Buciero, y al norte de las marismas, por lo que es una zona de gran interés natural y paisajístico. Está, por tanto, en zona protegida y es un lugar ideal para los amantes del avistamiento de aves. Tiene mas de dos kilómetros de largo y servicios de gran calidad, lo que le han hecho merecedora de una bandera azul.

Su arena es fina y dorada, y en verano su ocupación es media. El baño está permitido según lo ordenen las banderas del servicio de socorristas, pero hay que tener en cuenta que es una zona ventosa, por lo que casi siempre hay oleaje, en mayor o menor medida. Se pueden practicar deportes en general e incluso hay zona especial para barbacoas. Sin embargo, los perros no son bienvenidos.

Si además de tostarnos, queremos ‘ponernos finos’, no tenemos más que acercarnos a Santoña a tomar algo y, por supuesto, traernos una buena lata de conservas del mar, como las tan manidas anchoas. Para visitar tenemos la iglesia de Santa María del Puerto, del siglo XIII, que fue uno de los primeros monasterio de Cantabria; la Casa de Maeda, oficialmente llamado palacio de Chiloeches, cuya historia le ha llevado de ser un hospital militar a una cárcel, pero que se encuentra abandonado pese a que es Bien de Interés Cultural desde 1972; la casa palacio del Marqués de Manzanedo, de estilo neoclásico y con unos amplios y agradables jardines, donde está la oficina de turismo y la sala de exposiciones del municipio; y los fuertes, de Napoléon, San Carlos y San Martín, monumentos históricos que también ofrecen unas impresionantes vistas de la zona

Lo que las guías no cuentan

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