Corría el año 2003 y Soziedad Alkoholika, banda oriunda de Vitoria-Gasteiz que nació en 1988, lanzaba al mercado Tiempos Oscuros. Era un grito en forma de álbum en contra de la censura por parte de la AVT y el PP que había comenzado hacía algo más de un año. Por aquel entonces no existían Twitter o Facebook y Los Serrano era una serie que comenzaba a emitirse. Estamos en 2015 y, mientras que Antonio Resines ya se ha enterado de que todo fue un sueño, las prohibiciones ideológicas contra el grupo alavés siguen ocupando titulares en los medios de comunicación.
Yo por aquel entonces, con doce calendarios menos de los que tengo ahora, flipaba dando vueltas al antes mencionado redondo en mi discman cuando volvía de clase a casa. “Piedra contra tijera”, parte de ese disco, sonó con fuerza y llevaba un mensaje claro: “Quieren cortarnos la lengua con la tijera de la intransigencia, con la tijera de la necedad, la de la autoridad. Quieren callar nuestra voz porque no pensamos como quieren ellos, porque queremos ser diferentes, queremos otra realidad. Quieren taparnos la boca para que nadie nos pueda escuchar, para que solo se oiga su mensaje y nadie pueda dudar”. Otros cortes como el que se llamaba igual que el álbum o “Stop criminalización” eran su respuesta musical a la censura desproporcionada y retrógrada que llegaba por parte del Partido Popular y una Asociación de Víctimas del Terrorismo que destilaba politización en una dirección muy concreta y no la pluralidad en contra de la barbarie que podría esperarse de una organización que lleva ese nombre.
Volviendo a la actualidad, esta semana desayuné con una noticia que parecía rescatada desde la década pasada por el Ministerio del Tiempo (para los despistados, serie que emite TVE): El Ayuntamiento de Madrid prohíbe el concierto que SA tenía previsto para el sábado 14 de marzo en el Palacio de Vistalegre porque la Policía municipal lo aconseja. Consideran en un auto firmado por Jesús E. Guereta, coordinador General de Seguridad y Emergencias, que podrían producirse alteraciones del orden público “con peligro para las personas y bienes”. Como era de esperar, también vuelven a esgrimir algunos motivos contrarios a las letras del grupo.
La situación es kafkiana y parece una secuela de El día de la marmota. Como bien recuerdan Soziedad Alkoholika en su cuenta de Facebook, la AVT los llevó hace ahora ocho años a los tribunales acusándolos de humillación a las víctimas del terrorismo. La Audiencia Nacional, tras juzgarlos, los absolvió y el Tribunal Supremo ratificó la sentencia absolutoria. Se comprende el enfado de estos muchachos, puesto que las autoridades madrileñas les deniegan su derecho a dar un concierto y, por ende, a ejercer su libertad de expresión por un delito del que, sí, fueron acusados pero del que judicialmente quedó probado que no habían cometido.
Esto viene de lejos y no es una anécdota. En uno de los capítulos que ha dejado el tema para la posterioridad, recuerdo perfectamente como el periodista Luis del Olmo tuvo que pedir disculpas públicamente en su programa de radio a SA por acusaciones falsas después de que el juez Baltasar Garzón procediera al sobreseimiento de la diligencias abiertas contra los vitorianos por supuesto enaltecimiento del terrorismo.
Soziedad Alkoholika recuerdan en el comunicado publicado a raíz del último mal trago que en los 25 años que llevan en la carretera han tocado más de ochocientos conciertos y nunca se han producido disturbios. Cabe recordar que algunos de estos directos fueron en Las Ventas o salas madrileñas como La Riviera o Canciller. Llevan media docena de intentos en los últimos cinco años para tocar Madrid y se han topado de nuevo con la censura. ¿Cuánto más va a durar esto? En el pasado Fermin Muguruza, Su Ta Gar o Berri Txarrak, también vascos, sufrieron este tipo de vetos. ¿Cuándo dejarán de utilizar su puesto de privilegio en las instituciones para callar lo que no les gusta? Resulta sangrante que estos dirigentes, pagados con dinero público, tomen decisiones claramente salpicadas por su ideología y coarten así la libertad de, en primer termino, los músicos e, indirectamente, de los ciudadanos que ya habían comprado su entrada. No es de recibo esta profanación de las sentencias de esa justicia que tanto dicen respetar y que jueguen de esta manera con el pan de los miembros del grupo. Trece años después, stop censura y stop criminalización.