Salimos del metro por la estación de Puerta del Ángel y atravesamos el paseo de Extremadura. Desde el puente de Segovia, escuchamos algo de algarabía en la puerta de la Riviera cuando Goran Bregović y su banda entran en la sala. Noche cerrada en Madrid y algo de frío dentro del recinto donde el yugoslavo, nacido en Sarajevo, ofrecerá su recital. El ambiente se va calentando según se llena la sala y termina hirviendo cuando, tras abrir con Vino tinto, empiezan a sonar canciones como Marushka, So nevo si y Balkaneros. Pide perdón Bregović por su mal castellano, pero poco nos importa a los que allí nos hemos reunido. Calculo que han vendido tres cuartas partes de las entradas.
Me escapo un segundo al baño, aprovechando una de las lentas, y veo que la crisis del coronavirus ha servido para que muchos hombres se conciencien de la importancia de lavarse las manos tras miccionar. Vuelvo y suena la bella Baila Leila antes de trallazos como Gas gas y Truckers’ Song. Bregović, vestido con traje blanco, me recuerda a un actor del Hollywood de Gregory Peck. También me recuerda al siempre impoluto Tom Wolfe. Es elegante en su aspecto y también en sus formas y movimientos, algo que no está reñido con su intensidad y su pasión sobre el escenario.
La banda sigue sonando como un tiro, tal y como la recordaba de las dos veces que los había podido ver en directo: en el Circo Price madrileño y la sala Hangar de Burgos, ambos conciertos celebrados hace dos años. Mención especial para el trabajo que hace a las voces y con el bombo Muharem Redzepi y al buen hacer también en la cuestión vocal de las fantásticas Lyudmila y Daniela Radkova. Ambas son la simpatía hecha persona.
Tras la emotiva Ederlezi, llega Mesecina como entrenamiento final antes de dar el do de pecho, Bregović y el público, con Yeremia. Todos cumplimos nuestra parte y, por lo que al respetable se refiere, nos entregamos haciendo los coros gritando «artiljerija» cuando corresponde. El Bella Ciao y Kalashnikov como éxtasis final son un seguro de éxito. Ha pasado una semana y me gustaría que fuera otra vez 28 de febrero para estar bajando por el paseo de Extremadura hacia la Riviera.