Hacía bastante calor y era sábado por la tarde. Aún estábamos en una de esas fases de desescalada en la que apenas se podía salir a tirar la basura y al supermercado. Los vecinos del edificio de enfrente habían improvisado un palco con vistas con un par de sillas de playa en la terraza y se comían un helado mientras charlaban. Nosotros pusimos en la tele la página de inicio de una de tantas plataformas de contenidos bajo demanda y ahí estaba Rocketman, la película sobre parte de la vida de Elton John.
Su lanzamiento fue posterior a la película sobre Queen y no tuvo ni la mitad de éxito. La verdad es que está bien y es muy entretenida, pero ya. En ella vemos a un joven talentoso que se cría en un hogar humilde y desestructurado al que un día descubren en el mundillo de la música y lo revienta. El éxito lo supera, cae en las drogas y el alcoholismo y, tras pasar por un centro de rehabilitación, vuelve si cabe más fuerte que antes. Como guion es un poco previsible, pero es lo que pasó. Y hasta ahí puedo leer, porque el largometraje termina con el lanzamiento I’m Still Standing, un temazo de escándalo. La verdad es que, con lo que me estaba divirtiendo, me quedé un poco a medias. Al que tuvo que parecerle eterna fue a John Reid, exmanager y expareja del artista, que no sale muy bien parado. Sin comentarios sobre los títulos finales, que podrían estar escritos por Mr. Wonderful si fuera un señor de carne y hueso.
Cosas del destino, esa misma mañana escuchando en la Ser el programa que tienen Berto Romero y Andreu Buenafuente (Nadie sabe nada), hablaron de manera breve sobre Elton John. Berto comentaba que, sin ser él el mayor seguidor del británico, siempre le había parecido algo injusto que se le pintara como un bufón por su peculiar carácter y su forma de vestir. Lo contraponía con David Bowie, del que se han destacado siempre sus estilismos y su falta de complejos como algo muy positivo. No es una mala reflexión.