Creo que todo empezó un San Patricio que cayó en jueves. Nos metimos a un bar del Casco Viejo de Bilbao, pedimos unas pintas y nos regalaron unos gorros negros y verdes de Guinness. Ese día decidimos que todos los años celebraríamos la fiesta grande de los irlandeses. Ninguno de nosotros teníamos nada que ver con el país del trébol, pero cuando estás en la universidad poca excusa necesitas para salir de fiesta.
Al año siguiente, el jueves más cercano al 17 de marzo, reservamos mesa en una sidrería y terminamos bien entrada la noche bilbaína en algún local con los gorros de Guinness en la cabeza. Ese segundo año, primero en en el que celebrábamos el día de las patricias y los patricios de manera consciente, nos enteramos de que los bares repartían los sombreros de la mítica marca de cerveza irlandesa el jueves que quedaba más próximo al día de nuestro nuevo patrón favorito. La tradición la mantuvimos hasta que terminamos la carrera y, desde entonces, no pasa un 17 de marzo sin que me acuerde de mis amigos.
Fue también mientras cursaba la carrera cuando los Stiff Little Fingers pararon en Euskadi durante una de sus giras. Tuve la fortuna de poder conseguir entradas para verlos en Egia, mi barrio. Actuaron en Gazteszena y recuerdo que en la primera fila estaban los miembros de Golpe de Estado, buen grupo de rock oriundo de Oñati, dejándose la voz con clásicos como «Alternative Ulster», «Gotta Gettaway» y «Suspect Device».
De esta banda norirlandesa me acordaba a comienzos de año mientras leía «No digas nada», de Patrick Radden Keefe. No tuvo que ser sencillo dedicarse a la música (ni a nada) durante los peores años del conflicto armado, que tan bien explicado está en el citado libro. No cuenta toda la historia, porque para eso haría falta algo más que un libro, pero todo lo que cuenta está explicado de forma brillante. Es un gran reportaje, una gran crónica sobre hechos que han pasado, y se lee como una novela.
Tengo una visita pendiente a Irlanda. Cuando todo esto pase…