Parece mentira que hubieran pasado tres años desde aquella madrugada del 21 de enero en la que, tras desfilar por las calles de la Parte Vieja y arriar la bandera en la Consti, en la puerta de la Artesana nos despedimos algunos miembros de la Tamborrada con un “hasta el año que viene” que no fue; que no llegó. Fuimos de los últimos afortunados que pudimos celebrar una fiesta sin restricciones antes del apagón pandémico, y con ese pensamiento intenté consolarme en 2021 y 2022, cuando las circunstancias no permitieron que las tamborradas inundaran de música las calles de la ciudad.
La Tamborrada es, entre otras muchas cosas, una fiesta musical. Sin las canciones que el maestro Sarriegui nos legó no se entendería una celebración que genera muchas más unanimidades en la ciudad que casi cualquier otra cuestión. Un Raimundo Sarriegui que, por cierto, nació en mi barrio, en Egia, lo que me genera un especial orgullo. Marcha de San Sebastián, Diana, Polka, Retreta… canciones que perduran en el tiempo y que estuvieron, una vez más, 24 horas sonando por nuestras calles. Quiero pensar que el compositor donostiarra estaría feliz si supiera que su música nos acompaña intensamente más de 100 años después de su muerte.
La Tamborrada es una fiesta musical que ha ido evolucionando con el paso de los años (no con pocas zancadillas) y que, con margen de mejora, es mucho más igualitaria y diversa en comparación con lo que teníamos hace 15 o 20 años. Aún quedan pasos por dar en lo que a la presencia de la mujer se refiere, y las instituciones tal vez deberían de ser más exigentes con las tamborradas que, pese a que desfilan con ellas en sus filas, no las admiten como socias en sus organizaciones por el simple hecho de no ser hombres.
Conversando con las personas que veo de año en año cada 20 de enero, hubo un comentario que se repitió: parece que no hayan pasado tres años desde la última vez que nos vimos. Pero sí, habían pasado. Con el recuerdo de los que ya no están, celebramos hace algo más de una semana al patrón. La nueva normalidad era esto; qué poco la valorábamos antes.
Qué alegría que la música y el buen humor hayan protagonizado otro 20 de enero. Cada día que pasa es uno menos hasta el próximo.