Suelo bromear con mis amigos a cerca de que la cuenta oficial de The Hives me siga en Instagram. Un día debí de hacer el comentario oportuno en el momento idóneo y decidieron comenzar a seguirme. Siempre he tenido al quinteto de Fagersta (Suecia) en mis oraciones y quiero pensar que fue la divina recompensa al fiel fan.
Recuerdo con emoción la primera vez que escuché su disco debut, Barely Legal (1997), y lo enganchado que me quedé a A.K.A I-D-I-O-T, aquel single salvaje y con sonido de garaje. Ese álbum es una metralleta de canciones. Es un disco espontáneo y algo animal (Well, well well; King Of Asskissing; What’s That Spell?… Go To Hell!; Closed For The Season… creo que nunca más llegaron a alcanzar esa velocidad en sus discos), pero dentro ya había cortes con madera de clásico, como Here We Go Again.
Luego se fueron refinando, pero con la gran virtud de no perder frescura ni mala leche. Veni Vidi Vicious (2000) y Tyrannosaurus Hives (2004), segundo y tercer disco de los suecos, son buenos ejemplos. El redondo con el que se estrenaban en el nuevo siglo tiene canciones como Die, All Right!, Main Offender y Hate To Say I Told You So que son el claro ejemplo del sonido Hives a caballo entre el punk rápido (no tan acelerado como en Barely Legal) y un rock sencillo, machacón (en el mejor de los sentidos) y con riffs muy pegadizos. Por su parte, en Tyrannosaurus Hives arriesgaron un poco más con un sonido más producido y coquetearon muy lejanamente con algo de pop. Dicho esto, es otro disco con clásicos que llegaron para quedarse (Two-Timing Touch And Broken Bones, Walk Idiot Walk, A Little More For Little You…) y mucha tralla.
Con The Black and White Album (2007) pegaron un pelotazo. Recuperaban distorsión en las guitarras y, al mismo tiempo, pasaron de sonar como una banda de salas a grupo de estadios. Tick Tick Boom es el máximo exponente de ese disco, convirtiéndose en un hit que les hizo llegar a un público más amplio que su legión de seguidores. Eran años en los que el indie estaba pegando fuerte y, en esa línea, algo bebían de esa corriente I Wont be Long y Hey little World. También tenían espacio canciones más rock y movidas (Try it Again, Square on Here I Come…) y otras que iban un poquito de tripi (¿han escuchado Giddy Up o Puppet on a String?).
Dejando de lado algún single o EP (Tarred and Feathered), cinco años tuvieron que pasar hasta que volvieran a lanzar una referencia larga de estudio. Lex Hives (2012) llegaba con muchas expectativas para los fans de la banda. Tras el éxito logrado en su anterior disco, había intriga por saber si sería algo más macarra, continuista o rompedor. Come On! es una intro brutal; Go Right Ahead es un buen single; Wait A Minute es la típica cancioncita de ellos; hay velocidad en These Spectacles Reveal The Nostalgics y If I Had A Cent;… pero, según pasan los años, más desfigurado queda el disco en la historia de la banda. Hay canciones que siguen resistiendo en las listas de los conciertos, pero no es su mejor momento musical.
En los once años de silencio discográfico que han ido desde Lex Hives hasta su último disco (2012-2023), los seguidores hemos tenido que conformarnos con singles sueltos que, salvo la grata sorpresa que supuso Good Samaritan (temazo), pasaron sin pena ni gloria. En la primera mitad del año pasado, empezaron a jugar en sus redes sociales (¿os he dicho que somos amigos de Insta?) con que ya empezaba a ser suficiente el tiempo que habían pasado sin un disco en el mercado y en verano vio la luz The Death of Randy Fitzsimmons.
La primera reflexión tras escucharlo entero es que el parón sin nuevos álbumes (siguieron girando durante este tiempo) les había venido de lujo. El disco suena vivo, fresco y con mucha potencia, y está acompañado por una estética cuidada (algo que siempre han tenido muy en cuenta) tanto en los videoclips como en la parte gráfica. Jugando con el título de la canción que abre el redondo, Bogus Operandi (directa, contundente, eléctrica), este disco es el The Hives operandi.
El álbum pega fuerte de primeras y va ganando cuanto más se escucha. Junto con Bogus Operandi, destacan Trapdoor Solution (es una breve vuelta al espíritu del Barely Legal); Countdown To Shutdown (el inicio, el final y el estribillo tienen una fuerza descomunal); The Bomb (actitud punkarra) y Step Out Of The Way (un fin de fiesta de nivel), entre otras. La velocidad más desatada encuentra cierto contrapeso en cortes como Rigor Mortis Radio, Two Kinds Of Trouble y The Way The Story Goes, necesarias para que el viaje sea completo.
En directo, uno de los puntos fuertes de The Hives, funcionan bien los nuevos temas a la vista de los vídeos que la propia banda ha ido compartiendo. Dos ejemplos:
The Death of Randy Fitzsimmons es una vuelta al mejor sonido de la banda y aún hay margen de mejora para llegar al de los momentos más álgidos de su trayectoria. De Fagersta al mundo, un quinteto fantástico de rock lleva tres décadas haciéndonos felices a un buen puñado de personas y, aunque Randy Fitzsimmons se haya ido al otro barrio, ellos están muy vivos.