Los conciertos medianos y grandes han ido ganando en calidad del espectáculo a lo largo de los últimos años gracias a los avances técnicos (sonido, luz, audiovisuales…) que se han ido produciendo. El precio de las entradas también ha aumentado, pero no en consonancia. Al tiempo que decíamos adiós a la pandemia, dijimos hola a una subida escandalosa de los precios de los bonos de los festivales y entradas de conciertos. Hay ya literatura al respecto que ha dado la categoría de burbuja a este fenómeno que seguimos padeciendo.
La nostalgia suele ser agradable; te hace sentir caliente y representa una estupenda zona de confort. Yo, como el común de los mortales, peco y vivo de vez en cuando de los recuerdos. En lo musical, tengo muchos de conciertos y festivales de una época menos espectacular en lo que a efectos gráficos y técnicos se refiere, pero con una genial imperfección que lo hacía todo más natural y salvaje.
Lo normal es que una persona que ofrece un concierto de rock, pop, punk, metal o indie de entre una y dos horas cometa errores. Muchas veces son imperceptibles y otras veces son notables, pero no pasa nada, porque eso es un directo. Para disfrutar de una interpretación perfecta, ya está la versión de estudio. Entrando en el apartado de las percepciones personales, tengo la sensación de que ahora se valora mucho más una interpretación técnica impecable por encima de una interpretación más intensa y menos perfecta.
Hace poquito, daba rienda suelta a una de mis aficiones: la revisión de conciertos pasados en Youtube. System of a Down suelen ser una de mis víctimas preferidas. Corren tiempos raros para el cuarteto armenio-estadounidense, que ha pasado los últimos años dando unos pocos conciertos por la costa oeste, cerca de su casa (entendiendo San Diego o Phoenix, entre otros, como lugares cercanos a California). Parece que sus relaciones interpersonales sufrieron cierto desgaste normal y han dedicado tiempo a airearse y recomponerse. También han tenido tiempo para un par de singles con los que recaudar fondos para la lucha armenia frente a las fuerzas azeríes en el conflicto de Nagorno Karabaj (que se recrudeció en 2020).
El concierto que recuperé recientemente fue uno que ofrecieron en 2001 en el festival Lowlands de los Países Bajos. En aquella época, Toxicity estaba prácticamente recién salido del horno y ellos ya eran un fenómeno de masas. El directo en cuestión suena brutal; es una salvajada en la que se escuchan perfectamente todos los fallos fruto de la entrega. No suenan a estudio porque no tienen que hacerlo: esa es la gracia. Si no fuera por esos pequeños fallos…