Nunca me ha temblado el pulso a la hora de colocar a Rubén Pozo Prats (Barcelona, 1975) entre los compositores, cantantes y guitarristas más notables del panorama nacional. Conocido principalmente por Pereza, grupo que comparte con Leiva, este madrileño de adopción dio sus primeros pasos firmes en la música con Buenas Noches Rose, una gran banda de rock and roll que desapareció en 1999. Con Pereza han llegado a lo más alto, muchas canciones y discos han llegado a los primeros puestos de las listas españolas y han tenido un notable éxito en otros lugares como Argentina.
En los últimos discos de dicha banda eran notables las diferencias musicales entre los temas compuestos por cada uno de los dos músicos que componen la ecuación Pereza. Creyeron que lo más honesto era sacar cada uno un disco por solitario para dar rienda suelta a sus ideas musicales. La relación entre Rubén y Leiva sigue intacta e incluso se han reunido para tocar algún concierto, y en los próximos meses es posible que volvamos a verles hacerlo de nuevo.
“Lo que más” es el nombre del primer disco en solitario de Rubén Pozo, una joya de principio a fin. En este álbum se ha abierto en canal y nos muestra su yo más íntimo, para que podamos hacer nuestras las historias que cuentan los amores y desamores que podemos sentir cualquiera de nosotros. En el amor, al igual que en la música, no siempre se gana. Hay veces en las que salimos victoriosos y otras en las que nos toca entonar la autoafirmación del loser, y Rubén es una de esas personas que sabe desgranar como nadie en sus canciones este tipo de situaciones.
Estamos ante un tête à tête con Rubén, comenzando por la portada y desde el primer acorde al último. Combina su parte más espontanea del primer disco de Pereza con la experiencia de años y años al pie del cañón haciendo rock and roll y kilómetros.
“Nombre de canción”, un rock sincero y con mayúsculas, abre el disco y salda una cuenta pendiente del autor. “Pegatina” es el primer single, con un videoclip tan auténtico como la canción, algo más de 3 minutos rematados con un estribillo pegadizo, sutil y brillante a más no poder. “Rucu Rucu” tiene un corazón acústico y una melodía muy bien trabajada y “Las horas muertas” es una canción diferente fruto de alguna tarde, tiempo libre y sofá; una jam session comprimida en casi cuatro minutos. “Chavalita” es un tema redondo, con un piano que hace que el viaje sea aún más placentero y nos lleva hasta “San Valentín”, esa canción con verdades como puños, ese regalo de 14 de febrero que al final llegó. “Invierno” es una historia triste contada con el tono, ritmo y las palabras necesarias para hacernos entrar en ella. “Ozono” es la continuación perfecta para el tema que le precede, con una melodía in crescendo y una letra con mucho corazón y que la hace una pieza a medida para este disco. “Como cualquiera” tiene un inicio que va ganando en potencia según avanza, sigue un ritmo que mi mente quiere asociar con el “Black dog” de los Led Zeppelin y una letra sencilla que da paso a un final encendido en la onda de “Margot”. “Nada más” y “Mañana será otro día” son opuestas, mientras una mira a un pasado que en teoría fue mejor, la otra anima a poner la vista en el futuro y a echarle cara a esta vida que son dos días y tres cafés. “Lo que más” le pone el nombre y cierra el disco, el broche perfecto a 12 temas que son canela fina.
Ru, campeón, te has lucido. El 5 de mayo nos vemos en Bilbao y nos tomamos algo.
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