Recojo cable. Hace unos meses, tras el resultado del Benidorm Fest, dije que estábamos ante una oportunidad perdida por las alternativas a Chanel que se quedaron en la cuneta. Es cierto que el tema del jurado profesional fue, cuando menos, curioso; pero agua pasada no mueve molinos. Tal vez estaba un poco encendido porque prefería a Tanxugueiras o Rigoberta Bandini, y en Chanel no veía nada más allá de lo que solemos denominar, con algo de desdén, como «eurovisivo». Este sábado, lo más parecido a las gallegas (el conjunto bretón que representaba a Francia) quedó en penúltima posición, solo por delante de Alemania (hacer paralelismos, pese a ello, es algo lanzado). Como Rigoberta Bandini creo que no había nadie.
La realidad es que SloMo no es la canción que cambiará la historia de la música, pero sí la que ha hecho que los que estamos entre la treintena y la cuarentena veamos por primera vez a España con opciones reales de llevarse el micrófono de cristal (Anabel Conde nos queda lejana en el tiempo). Ha sido la canción que Eurovisión quería, parafraseando aquel eslogan («el festival que tú quieres») que RTVE acuñó para el Benidorm Fest. Chanel y su equipo de baile hacen buena la canción por su entrega, su puesta en escena y sus años de experiencia encima de diferentes escenarios.
Tal vez nos cegó que en Chanel, su contoneo y sus ritmos latinos no veíamos la sofisticación que creíamos ver en llevar un tema feminista o uno folclórico gallego. La realidad es que el público y el jurado de Eurovisión han premiado una buena propuesta latina hecha por un país al que se le presupone mayor relación con este tipo de composiciones que a otros que concurren al festival y que sí se han atrevido con ellas (con desigual resultado). También es verdad que, en ediciones pasadas, relatos que a nivel interno funcionaban muy bien (la historia de amor de Alfred y Amaia, la de superación de Rosa López y la apuesta humorística de Buenafuente con Rodolfo Chikilicuatre, entre otros), no los compraron allende nuestras fronteras al nivel de SloMo (o no los supieron vender) y quedaron en el tintero apuestas (Lo malo, Corazón latino y La revolución sexual) que podrían haber obtenido mejores puntuaciones. Quién sabe.
Ganó Ucrania por fuerza mayor, pero en el imaginario eurovisivo quedará este 2022 como aquella edición en la que, sin la situación bélica ucraniana, un factible reparto distinto de votos podría haber terminado con España ganando el concurso. Quien sí ha ganado es RTVE, que ha acertado con el Benidorm Fest y que puede terminar organizando el certamen del año que viene si no se puede hacer en Ucrania y gana la carrera ya iniciada entre diversos países europeos para ser el anfitrión. El reto que tiene por delante el ente público para 2023, tras el chanelazo, no es pequeño.