Aún no estaba ni cerca de alcanzar la mayoría de edad cuando reproduje por primera vez el vídeo de The Who tocando My Generation en el Festival de Pop de Monterrey, que se celebró los días 16, 17 y 18 de junio de 1967 en esta localidad californiana. Me impresionó sobremanera Keith Moon porque tocaba la batería como nunca había visto. Parecía que iba en contra del ritmo, pero todos los golpes sonaban en su sitio. Es como si levitara, como si tocara suspendido en el aire a varios metros del suelo, dándole un nuevo sentido a lo que es tocar la batería.
Aquel vídeo consiguió hacerme aún más fan del cuarteto londinense y, pese a que, cuando pude verlos con mis propios ojos ya solo quedaban de la formación original Roger Daltrey y Pete Townshend, no lo dudé y me lancé a por las entradas. En paralelo, aquel vídeo también consiguió despertar en mí la curiosidad sobre qué había pasado durante aquellas tres jornadas que daban comienzo al verano californiano de 1967.
Pasaron unos años y cayó en mis manos un bonito disco cuádruple con gran parte del festival, que, por suerte, se grabó en directo. Esta caja amarilla guarda cuatro discos y un libreto con fotos, anécdotas y testimonios envueltos en una original maquetación que responde al espíritu libre (y algo jipi) del momento. Después de darle innumerables vueltas a los cuatro discos, tengo razones de sobra como para volver por un momento a aquel junio de 1967 y elegir qué me habría encantado ver con mis propios ojos.
Unos Who más roqueros y menos psicodélicos de lo que estaba por venir se presentaban con Sustitute y Summertime Blues, entre otras. Tal y como he comentado, con esa interpretación de My Generation marcaron un antes y después en los primeros compases de mi adolescencia.
Jimi Hendrix quemó la guitarra aquel día (literal), pero no es lo que más me impresionó de ese directo. Suena como un tiro y como si fuera diez o quince años por delante de todos los demás en lo que se refiere a la forma en la que toca y al sonido que consigue al distorsionar su guitarra. Jugaba en otra liga.
Había escuchado The Mamas and The Papas hasta la saciedad en el coche de mis padres, pero nunca de aquella manera. Interpretan su pop marca de la casa con una actitud rock. Los discos suenan genial, pero esto que hacen en vivo es tan puro que engancha.
En un festival californiano no podían faltar Jefferson Airplane, oriundos de San Francisco. Grace Slick va desencadenada, y la banda logra seguirle el ritmo. Somebody To Love es el himno total en directo, pero ese concierto es mucho más.
Una Janis Joplin de 24 años (3 antes de alcanzar los malditos 27 a los que falleció) lideraba los Big Brother and The Holding Company. Una bestia suelta en el escenario antes de lanzar su breve carrera en solitario.
Otis Redding templado y Otis Redding encendido (incluso al más puro estilo de los Stones con Satisfaction): ese concierto lo tiene todo.
Hey Joe (menuda caña le dan), Renaissance Fair, So You Want To Be a Rock and Roll Star… todas las canciones de The Byrds en ese directo me hacen querer seguirlos más y más, pero siempre me quedo hipnotizado cuando tocan He Was a Friend of Mine.
Bien vestidos (al nivel del yerno que querrían las madres para sus hijas en los sesenta), bien puestos sobre el escenario, bien conjuntados en lo musical… The Association suenan de maravilla en ese directo, que fue mi primera vez con ellos. Años después, a menudo me acompañan.
Canned Heat, The Electric Flag, The Butterfield Blues Band… aquellos tres días de junio de 1967 dieron para mucho más, pero yo me voy a permitir cerrar con Simon & Garfunkel y con el sentimiento de que, sin haber estado físicamente, siempre me pone de buen humor volver a Monterrey 1967.