Hay pocas cosas más madrileñas que un concierto de las fiestas de San Isidro en los Jardines de las Vistillas. Rubén Pozo Prats nació en Barcelona, pero él es tan madrileño como el árbol y el madroño. La primera noche musical de las fiestas de la capital programaban la actuación de este flaco rockero, y la gente respondió. Desgranó su primer álbum en solitario y lo decoró con pinceladas de su anterior etapa en Pereza. El público reconoció “Margot” o “Matar al cartero”, y no podía faltar para la ocasión el tema “Madrid”. Fue una grata sorpresa ver que ha incluido “En una noche cualquiera” en su repertorio, pieza semi inédita extraída del DVD+CD Baires (del viaje del dúo a Argentina).
Mientras disfrutábamos del show gratuito, no podía evitar recordar el café que tomé con él un mes antes en un garito de la calle Bailén. Era 4 de abril y por la noche actuaba en acústico en el Contraclub, coqueto local de Madrid. Es un tío realmente tímido y sincero, de esos que parece que están pasando vergüenza y miran al suelo al hablar. Me contó que no podía permitirse tocar con la banda siempre, pese a que le encantaría, y que actuar en acústico estaba siendo toda una experiencia. No dudó en confesarme “buf, qué palmada de pasta” al hablar de algún concierto de la gira en el que coincidimos. Por eso me alegré muchísimo al verle arropado por toda la banda en un escenario grande, disfrutando y ofreciendo su dosis de letras verdaderas y acordes directos.
Hablando de música, llegamos a los Rolling Stones. “Yo no quiero que lo dejen, me gusta que sigan tocando. A mí me gustaría morir con cien años, encima de un escenario y con la guitarra colgando”, fue su reflexión tratando el momento actual de sus satánicas majestades. Yo espero lo mismo de él, que no lo deje jamás. Rock and roll actitud.
Foto: Carla Faginas Cerezo.