Nadie dijo que fuera a ser fácil. En la vida hay que escoger constantemente, siendo la decisión que tomamos en cada momento, la que marca nuestro destino. Todos los actos tienen consecuencias y hasta el más mínimo detalle puede alterar el rumbo de nuestras vidas. A veces tenemos que hacer sacrificios para cumplir nuestros sueños, solo hay que saber cuantificar lo que renunciamos por lo que anhelamos.
En este caso, nuestro protagonista, Ifeanyi Festus Ezeli-Ndulue, tuvo que abandonar su Nigeria natal y renunciar a su familia para perseguir un sueño. Pero lo que muchos no saben, es que el pívot de los Golden State Warriors, no soñaba con jugar al baloncesto, sino que su mayor deseo era ser médico.
A pesar de nacer en un país donde la mayoría de la población vive en la miseria, fruto de la mala distribución de la riqueza y con una marcada diferencia entre el norte y el sur, Ezeli tuvo la suerte de esquivar la pobreza y de tener una buena educación.
Hijo de un hombre de negocios y una abogada, nació hace 26 años en Benin City, una ciudad al sur de Nigeria. Ya desde pequeño sus padres le inculcaron la educación como medio de transporte a cualquier parte. Así, centrado en lo académico, Festus Ezeli se graduó en la escuela secundaría con tan solo 14 años. Más avanzado y maduro que el resto, hicieron que el hoy jugador de baloncesto, pasara a compartir clase con adolescentes de entre 17 y 18 años, pasando de cuarto a séptimo de secundaría.
El presente de Festus era brillante y el futuro prometedor.
En 2004 y con tan solo 14 años, le llegaría el momento de tomar una de las decisiones más importantes de su vida. Pero el joven Ifeanyi, no dudó. Sabía que tenía que hacer sacrificios si quería alcanzar su meta, e hizo las maletas para cruzar el charco en busca de una mejor educación. Allí le estaría esperando su tío, pediatra en Yuba City (California) y que no veía desde los 3 años. Pero aquel joven que tenía delante su tío Ndulue, no era el pequeño Festus que él recordaba. Aquel niño de 3 años había crecido hasta convertirse en un adolescente de 14 años y 2,03 metros. La naturaleza había sido generosa con él, no solo le regaló una mente brillante, sino que también le dotó de un físico extraordinario. Fue entonces, cuando Ndulue vio en el baloncesto, la llave que podría abrir las puertas del sueño de su sobrino. Una llave con forma de beca completa que permitiría financiar los estudios del joven prodigio. Aunque para aquel joven de 14 años, que nunca antes había entrado en contacto con una pelota naranja, era algo impensable. Veía más fácil viajar a la luna que labrarse un futuro como profesional del mundo de la canasta.
LOS INICIOS EN EL BALONCESTO
Tras acabar secundaría en su país con tan solo 14 años y con la intención de progresar en lo académico, Ezeli asistía a cursos de diferente índole que le acercarían a los métodos estadounidenses de estudio. Pero para entonces Festus ya había empezado a pensar en el baloncesto. Aunque por primera vez, el haberse graduado antes de tiempo, jugaría en su contra, ya que le impediría formar parte del equipo del instituto. No obstante y gracias a su tío, en 2005, el jugador africano tendría su primera toma de contacto con el baloncesto, jugando en un equipo de bajo nivel de la AUU (organizaciones que ayudan a estudiantes de secundaria para jugar en torneos organizados de verano). Pero el inicio no fue nada alentador, más bien frustrante. Era un adolescente de 15 años recibiendo clases de niños de 6 años. Incapaz de anotar una bandeja, era el centro de las iras de sus compañeros. Brillante dentro de las aulas y gris en las canchas.
Pese a estar a punto de abandonar, todo cambió en 2006, cuando el africano lo volvió a intentar.
Se unió a su segundo equipo de AUU a la vez que se matriculó en el Yuba Community Collage. A pesar de que los primeros entrenamientos servirían para dejar en evidencia la falta de conocimiento del juego, su entrenador, Doug Comelio, vio en él un diamante en bruto al que solo faltaba pulir. Esa confianza en hacer de Festus un buen jugador de baloncesto, le llevaría a convencer a su familia, de que lo mejor para el chico en aquel momento, sería reducir los cursos a los que asistía. De lo contrario, se vería perjudicado a la hora de dar el salto a la universidad, ya que los primeros dos años no podría jugar.
BUSCANDO A “BIGFOOT”
Si en la vida todo esfuerzo tiene recompensa, no iba a ser diferente en el caso de Ezeli. Una invitación para el Campus Reebok All American iba a cambiar la suya. Llegaría bajo una enorme expectación, ya que a diferencia del resto de participantes, muy pocos ojos le habían visto jugar. Sin estadísticas, sin un instituto donde hubiera jugado, todo lo que se sabía de aquel chico, eran rumores. Podrían ser ciertos o no, pero no se podía dejar escapar la ocasión de ver a un 2,11 con una combinación de tamaño, fuerza y atletismo tan extraordinariamente superior.
SALTO A LA UNIVERSIDAD
Su actuación en aquel campus no pasó desapercibida y tuvo ofertas de muchos centros. Entre otras, destacaban la universidad de Boston, Connecticut, Vanderbilt y Harvard.
Pese a que los padres del pívot preferían esta última, finalmente se decantó por Vanderbilt. Con una buena reputación académica y un buen programa deportivo, la universidad de Tennessee supo convencer al nigeriano a través de sus clases de medicina. Otra de las claves fue Kevin Stallings, entrenador jefe de los Commodores (equipo de la universidad), que se entrevistó con él. El “head coach” supo entender lo que necesitaba aquel jugador inseguro por su falta de conocimiento y prometió ayudarle ofreciéndole un año de redshirt (se entrena con el equipo pero no se compite, permitiendo así mantener intactos los 4 años de elegibilidad en la universidad). De esta manera habría tiempo para aprender lejos de miradas que le juzgaran antes de tiempo.
Ya en la Universidad, Festus tuvo que tomar otra decisión de las que marcan el rumbo de tu vida. Matriculado en medicina, le era imposible compatibilizar los estudios con el baloncesto, ya que ambas requerían muchas horas de esfuerzo. Tendría que renunciar a una de las dos. Era hora de poner en una balanza su viejo sueño de ser médico y el nuevo de ser jugador de baloncesto.
Nunca sabremos que le depararía aquel otro camino al que renunció, el mismo que había estado buscando toda su vida y que cuando lo encontró, optó por coger otro.
Pero una cosa era renunciar a la medicina y otra bien distinta renunciar a los estudios, los mismos que le llevaron a cruzar el charco y convertirse en el hombre que es hoy. Con el baloncesto como prioridad, cambió la medicina por la economía, una carrera que le permitiría centrarse más en su nueva pasión.
Con un año de redshirt por delante, Stallings sabía que tenía mucho trabajo con aquel joven de 2,11 metros. No solo tendría la ardua tarea de enseñarle a jugar realmente al baloncesto, sino que también tendría que trabajar el plano mental. Su inseguridad era la causante de aquel miedo escénico que afloraba cada vez que saltaba a una cancha. Pero Stallings prometió enseñarle a jugar y así lo hizo. Ezeli se empleó a fondo, todo esfuerzo era pequeño para aquél atleta que quería ser uno más del grupo. Las gotas de sudor emanaban de su cuerpo mientras entrenaba aspectos que ningún otro practicaba. Sin embargo, todo aquel esfuerzo no sería en vano. Con el center australiano A.J. Ogilvy como estrella del equipo, el papel de Festus en su primer año de competición sería el de darle descanso. Un papel secundario que le venía como anillo al dedo a aquel tímido jugador. Con un físico imponente, los tapones, bloqueos, rebotes y mates eran sus principales funciones. El tiempo iba dando la razón a todos aquellos que vieron en Ezeli un diamante por pulir. Día a día, en cada entrenamiento, observaban como la estrella del equipo, Ogilvy, encontraba más oposición para encarar el aro cuando él estaba delante. Sin una lectura del juego perfecta, suplía sus carencias con un enorme despliegue físico. Pero fue cuando el australiano dio el salto a la NBA, cuando pudimos ver al mejor Festus Ezeli. Dejó la oscuridad en la que se sentía tan cómodo, para exponerse a la luz que tanto temía, convirtiéndose en el pívot titular de los Commodors. Sus números superaron todas las expectativas posibles, alcanzando los 13 puntos y 6,3 rebotes por partido, además de echar por tierra el record de 74 tapones en un año que ostentaba Hill Perdue Piazzndonede en la universidad. Ezeli ya había llegado y los rádares de la NBA ya estaban sobre él. Pese a no mejorar sus estadísticas el último año, debido en parte a una lesión, ayudó al equipo a hacerse con su primer título del torneo de la SEC desde 1952, lo que le valió para ser llamado al draft del 2012.
SALTO A LA NBA
Llegaba la hora del draft y otro momento importante en la vida de Ezeli. De lo que se decidiera en aquella sala, dependería su futuro. Solo que esta vez no sería él quien tomara la decisión, sería alguna franquicia la que la tomara por él. En este caso, tras haber sido elegido en la última posición de la primera ronda por los Golden State Warriors, el destino quiso que Ezeli volviera a donde empezó todo, California.
Su debut sería el 31 de Octubre del 2012 frente a los Suns y ese año acabaría jugando 78 partidos, 41 de ellos de titular. Las continuas lesiones del australiano Andrew Bogut, le sirvieron al nigeriano para acumular minutos en su año rookie. Pero lo peor estaba por llegar. Sería en su segundo año como profesional, cuando una lesión se cruzó en su camino. Le mantendrían toda la temporada 13/14 en el dique seco y su futuro sería incierto. Su sueño, recién iniciado, podía convertirse en efímero, el caminó que escogió en su día podía no tener salida. Pero Festus no se rendiría tan fácilmente. Quizás fuera un paso atrás en su corta carrera, pero aprovecharía este pequeño paréntesis para aprender más sobre el juego, devorando videos, su único objetivo era volver todavía más fuerte de lo que se fue. Después de un año fuera de las canchas, parecía que se empezaba a atisbar algo de luz al final del túnel y que con la llegada del verano, podría formar parte del roster de la Summer League del 2014. Pero otra vez su maltrecha rodilla se cruzaría en su camino y su vuelta se tendría que posponer. Ya con la liga empezada y con unos Warriors imparables, los de la bahía optarían por asignarle a su equipo filial en la D-League, los Santa Cruz, con la intención de que recuperara sensaciones y ponerse en forma. El pívot se lo tomaría en serio y a su vuelta al primer equipo, a pesar de contar con menos minutos, acabaría mejorando los números del año pasado y siendo importante en la rotación de Steve Kerr.
Ya con el anillo de campeón en el dedo y la lesión olvidada, al bueno de Festus le llegó la oportunidad de volver a casa, a su África natal. Sería gracias al All Star África, el primer partido de la NBA en esa tierra. Tras marcharse con 14 años y un diploma bajo el brazo, ahora volvería con 25 y un balón naranja entre las manos. Pero ya nada era como antes. Los niños de Benin City que antes jugaban a ser Kanú, Messi o Cristiano, ahora quieren ser como Festus Ezeli.
Después de un verano lleno de emociones y de celebraciones, tocaba volver al trabajo. Con fecha de caducidad al final de esta temporada (se convertirá en agente libre restringido), quiere demostrar a la franquicia de Oakland que tiene un sitio en este equipo. Todavía con mucho por aprender pero con una evolución constante, el potencial que muestra es enorme. Este año sigue mejorando sus registros con 7,5 puntos y 5,9 rebotes en casi 18 minutos de juego.
No sabemos cuales serán los nuevos caminos que escoja Ezeli, pero nos ha enseñado una cosa muy importante:
ESPERAR LO INESPERADO.
Egoitz Arizmendi Vázquez
Baloncesto y algo más.
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