No era Shirley Temple, que lo fue antes, ni era Julia Roberts, que lo fue después, pero ella también fue “la novia de América”. Mary Decker despertó el interés del público estadounidense en 1973, cuando a la edad de catorce años ganó los 800 metros en un encuentro USA-URSS derrotando a la subcampeona olímpica. A partir de ahí, una trayectoria repleta de triunfos y plusmarcas en distancias que llegaban a los 10000 metros.
Foto de Mary Decker en 1974 batiendo la plusmarca mundial indoor de las 1000 yardas: 2’26”7
Demasiado joven para ir a Múnich’72 y lesionada en 1976 fue una de las grandes perjudicadas por la decisión de los Estados Unidos de no acudir a los Juegos Olímpicos de Moscú’80. La gloria olímpica se le alejaba de cuatro en cuatro años. En Helsinki’83, en los primeros Campeonatos Mundiales de Atletismo, ganó los 1500 y los 3000 metros (aún era la distancia oficial para las mujeres, y la más larga en Campeonatos), todo quedaba encarrilado para convertirse en una de las reinas de los siguientes Juegos, los de Los Ángeles’84, en su país. Ante el público que la adoraba.
Cuando Mary Decker era una mujer y una estrella, en algún lugar de Sudáfrica una niña corre descalza entre cebras y avestruces. En su habitación luce una fotografía de Mary Decker, símbolo y referencia. Se llama Zola Budd. Con dieciséis años ya es la mejor de su país, y en 1983, con diecisiete años y los pies desnudos, comienza a triturar todos los récords mundiales júnior del medio fondo y fondo.
El cinco de enero de 1984 Zola Budd bate su primer récord mundial absoluto: 15’01”83 en los 5000 metros. Pertenecía desde 1982 a Mary Decker.
Ahora nos suena a historia muy lejana, pero en 1984 Sudáfrica no pertenecía ni al COI ni a la IAAF y no podía participar en las competiciones deportivas. El país estaba vetado por su política de segregación racial, el apartheid, y por lo tanto Zola Budd estaba excluida de Juegos o de Mundiales. De hecho, ni siquiera los récords que he citado eran reconocidos como tales. Todo era “oficioso”, aunque ella hiciera esas marcas ni Sudáfrica ni los sudafricanos “existían” en los ránkings.
Pero en el Reino Unido el diario Daily Mail se hizo eco de esta historia tan golosa, y con la ayuda de la derecha política la niña prodigio obtuvo la nacionalidad británica gracias a que uno de sus abuelos era originario de las islas. Al parecer, el gobierno de Margaret Thatcher, envuelto en una enorme controversia política (porque aquello del apartheid no era cualquier cosa), se saltó a la torera todos los trámites legales y los plazos establecidos y Zola Budd pudo presentarse como ciudadana británica a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles’84.
¿Y qué ocurrió en Los Ángeles’84 con la estrella estadounidense y la niña de los pies descalzos? A las siete menos veinte de la tarde del diez de agosto de 1984 se dio la salida a la Final de los 3000 metros. Mary Decker contra Zola Budd, Zola Budd contra Mary Decker. Aunque éste era sólo el choque del morbo, porque en aquella final no había una favorita indiscutible.
Acostumbrada a ir en cabeza y marcar un ritmo demoledor Mary Decker pasó los 1000 metros en 2’50”43. Alguna duda debió asaltar su mente porque no se atrevió a ir a más. Pasada la mitad de la prueba, Zola Budd se puso en cabeza pero sin coger completamente la cuerda. Se produjo un pequeño primer roce entre Decker y Budd. En un nuevo momento de indecisión por parte de Mary Decker, que no se sentía cómoda corriendo en grupo y algo cerrada, quiso adelantar a Zola Budd por el estrecho hueco que dejaba la británica a su izquierda. Y de repente, el infierno se abrió como una zanja bajo los pies de ambas atletas.
Mary Decker cayó, se golpeó la cadera y no fue capaz de levantarse. Entre dolores, angustia y lágrimas asistió impotente al final de la prueba. Quitando el golpe, Zola Budd no lo pasó mejor. El público, encolerizado, descargó sobre ella una bronca despiadada. En la carrera, tras un amago de cambio de ritmo, algo se le debió quebrar por dentro porque fue perdiendo terreno hasta entrar, entre lágrimas, en séptima posición.