Este año se me han quedado varios artículos en el tintero. La falta de tiempo ha sido el motivo principal, aunque, en ocasiones, yo mismo me he achantado al no querer volcar en mi blog mi mala baba.
Uno de esos escritos fallidos fue cuando algún leguleyo tumbó la Ley Osaka, esa esperanza que teníamos unos cuantos románticos para que algunos tramposos no se siguieran riendo de nosotros a la cara. Sentí un asco enorme leyendo una entrevista a Paquilllo Fernández en la que se permitía el lujo de postular el daño que hacen los atletas que hacen trampas. Sapos y culebras.
Pero todos tenemos un límite y lo sucedido este fin de semana me obliga a vomitar unas líneas para sentirme partícipe de la repugnancia y la vergüenza que ha provocado entre los amantes del Atletismo la vuelta a la competición de José Luis Blanco.
No sé qué alcance tiene este blog, aparte de amigos y aficionados acérrimos que saben de sobra quién es este personaje y toda la mierda que nos ha echado y nos va a seguir echando, aparentemente. Para los demás, lectores ocasionales o casuales que habéis llegado hasta aquí quedaos con la cara de este tramposo ventajista, protagonista del último/penúltimo capítulo del libro titulado “De cómo el Atletismo se convirtió en mierda”.