Un 8 de febrero de hace un cuarto de siglo Carl Lewis aterrizó en el aeropuerto de Hondarribia. Era un atleta y era una estrella mundial. En su palmarés brillaban entonces seis oros olímpicos (y una plata) y seis oros en campeonatos mundiales cuatrienales. Habían pasado solo cinco meses desde que perdiera y ganara a la vez la carrera más célebre y mediatizada de todos los tiempos, y, curiosamente, una sola semana desde que su sancionado rival de aquella carrera estuviera también en San Sebastián.
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Dos días más tarde Carl Lewis corrió en San Sebastián una prueba de 60 metros. Pero esa es otra historia.