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Juan Carlos Hernández

Al aire libre

PROYECTO 39 SEGUNDOS

Wayde van Niekerk dormía plácidamente. Hace unas semanas que dio por terminada la temporada de 2017. Ha sido un gran año. En el mundillo del Atletismo, en el que reina desde el año pasado, nadie duda que es el atleta del momento y el atleta del futuro; tiene veinticinco años y ya lo ha conseguido todo: campeón olímpico, plusmarquista mundial de 400 y 300 metros, campeón del mundo. Es el único atleta que ha roto las barreras de los 10 segundos en los 100 metros, de los 20 en los 200 y de los 44 en los 400. No es un hombre dado a vanagloriarse pero sabe, como afirman los aficionados, que es el velocista perfecto. Su récord mundial, 43″03 logrados en la final olímpica del año pasado, le dejó a un suspiro de convertirse en el primer humano en romper el muro imposible, casi inimaginable, de los 43 segundos, y reinventar las categorías para los atletas del siglo veintiuno y veintidós. Anoche se acostó pensando que en el plano deportivo, nuevas medallas aparte, quizá ese sea su principal objetivo inmediato. En el terreno más personal también es un hombre feliz, acaba de casarse y en su mente el futuro brilla como el sol.

Son las nueve de la mañana del miércoles 1 de noviembre. Está solo, su esposa salió de viaje hace unas horas. En el dormitorio en el que descansa el campeón reina un silencio absoluto, cuando un teléfono, con un desagradable sonido estridente, sobresalta al joven. Él sabe que está en un hotel aunque, tan dormido, no recuerda ni en qué ciudad del mundo se encuentra. Sobre la mesilla vislumbra en la oscuridad un teléfono negro, anacrónico, que es el responsable del escándalo. Estira el brazo y consigue terminar con el ruido.

—¿Dígame? ­—contesta con su cortesía natural.

Al otro lado del auricular, una grave voz de hombre, le saluda.

—Buenos días, señor van Niekerk, permítame presentarme. Mi nombre es Gullible Hamelin y represento a la marca deportiva Nike. Espero no haberle despertado.

Wayde van Niekerk no quiso decirle que sí le había despertado pero al comprender que era una llamada extradeportiva trató de abreviar la conversación.

—Discúlpeme, señor Hamelin. Sobre estos temas debería contactar con mi agente. Y en cualquier caso, tengo un contrato con Adidas que me exige dar por terminada esta charla, lo siento.

—No cuelgue —rogó el señor Hamelin—, sin duda le interesará escuchar lo que tengo que decirle.

El atleta dudó pero se mantuvo a la escucha sin decir nada. Gullible Hamelin aprovechó la concesión.

—Seré breve. Nike tiene un proyecto a dos años vista para que un atleta de maratón baje de las dos horas y un velocista baje de los 40 segundos en los 400 metros lisos. Obviamente, el nombre que encabeza la lista para el “PROYECTO 39 SEGUNDOS” es el suyo.

Wayde van Niekerk se quedó sin habla al escuchar los fantasiosos números expresados por su interlocutor.

—¿Se ríe usted de mí? ¿400 metros en menos de 40 segundos? ¿Corriendo legalmente en una pista plana? ¿Me habla usted de correr con zapatillas de clavos o con patines? —terminó bromeando.

El señor Gullible supo que había logrado su primer objetivo: que el fenómeno sudafricano escuchara lo que tuviera que decirle.

—No, no sería en una pista homologada pero el objetivo sí es correr 400 metros sub 40 segundos en unas condiciones óptimas, no ilegales. A falta de perfeccionarlo todo en los próximos dos años, nuestro planteamiento a fecha de hoy pasa por construir una pista casi recta en Vail, en el estado de Colorado, a 2484 metros de altitud. Si quisiera, usted mismo podría participar en el diseño que mejor se adapte a sus características. Nuestra idea pasa por un suave trazado en curva inicial, semejante a una pista homologada, y trescientos metros en recta. Mínimamente descendente, con el 1 por ciento tolerado por la IAAF, en una zona con viento favorable. Por supuesto, con el material sintético de la que en ese momento sea la última generación. Y nuestras revolucionarias zapatillas.

—¿Y en sus cálculos llegan a menos de 40 segundos? A mí no me salen esas cuentas. ¿Sabe lo difícil que es bajar de veinte segundos en 200 metros?

—Más o menos lo mismo que bajar de una hora en medio maratón, señor van Niekerk. Si usted está en plena forma y lleva puestas las zapatillas de competición en las que estamos trabajando, no lo vemos imposible. El reto de las dos horas, con un planteamiento parecido al que le he descrito, lo tenemos prácticamente al alcance de la mano. El año que viene haremos un primer intento en Monza, Italia, en un circuito automovilístico. El atleta elegido es Eliud Kipchoge, que correrá con un apoyo de liebres cambiantes, con un vehículo que mejorará la aerodinámica del corredor y le marcará el ritmo sobre el asfalto con un rayo láser. No esperamos lograrlo aún, de hecho nos aseguraremos de que se quede cerca para captar toda la atención; el de 2018 será un capítulo intermedio y publicitario para el asalto real de 2019. Nuestro prototipo de zapatilla podría llevarle a correr un simulacro de maratón muy por debajo de las dos horas, aunque comercialmente nos conformaremos con que haga una hora cincuenta y nueve minutos y cuarenta segundos. La gente enloquecerá, contamos con lograr una cuota de mercado del 90 por ciento en venta de zapatillas para corredores populares.

—¿Y qué dice la IAAF de todo esto? ¿Está al corriente?

—Por supuesto, señor van Niekerk. Le sorprenderá saber que es la misma IAAF la que está alentando a las marcas para lograr avances significativos en suelas reactivas que revolucionen un deporte como el Atletismo, que está perdiendo cuota de pantalla. Y nosotros llevamos cinco, quizá diez años de ventaja a las demás marcas. El presidente Sebastian Coe ha estado recibiendo suculentos pagos de Nike desde su etapa como atleta hasta noviembre de 2015, cuando ya ocupaba el cargo supremo de la IAAF, después de conseguir que los mundiales de 2020 vayan a Eugene, no me haga hablar más claro.

—Creo que está hablando demasiado claro, señor Hamelin, y me está comprometiendo. Todo lo que dice tiene un extraño tufo entre ilegal e inmoral.

—Permítame discrepar, quizá no me he expresado bien, discúlpeme. Estoy intentando convencerle de que la IAAF nos apoya, el presidente de la IAAF nos apoya, nuestros retos deportivos son legales y nuestros retos comerciales son legítimos. Lo único que pretendemos es que un atleta corra 42195 metros en menos de dos horas y otro atleta corra 400 metros en menos de cuarenta segundos. Ambos proyectos harán millonaria a mucha gente, y yo le estoy proponiendo ser una de las personas implicadas. Usted acaba de casarse, piense en su futura familia. La foto que verdaderamente nos interesa es la de un atleta como usted corriendo 400 metros por debajo de esos cuarenta segundos. Aunque sea en las condiciones aparentemente ventajosas que le he descrito, una vez que un atleta alcance esas marcas, las nuevas zapatillas también lo llevarán a correr en 42 segundos, quizá cerca de 41, en una pista homologada. La cuota de mercado nos llevaría a cifras cercanas al cien por cien y la IAAF será la primera en aplaudir esta imparable evolución y revolución del atletismo.

—¿Pero por qué me cuenta todo esto? Ya le he dicho que tengo un contrato con Adidas. ¿Por qué no se lo ofrecen al mejor cuatrocentista de Nike?

—Lo queremos a usted. Usted es el plusmarquista mundial, el atleta del momento ahora que Usain Bolt se ha retirado. Y, además, le ha arrebatado los récords de 300 y 400 a Michael Johnson, un buque insignia de nuestra marca. Usted tiene los registros, la imagen y el palmarés intachables, le entrena una abuelita, es el velocista perfecto. Por supuesto, Ans Botha seguirá siendo su entrenadora, y tendrán a su disposición barra libre de los productos de nutrición que patrocinen los proyectos. Podrá bajar de 19 segundos en los 200, acercarse a los 18. Los récords de Usain Bolt serán ceniza bajo sus pies. Usted es el futuro del atletismo, y aunque aún esté ligado a nuestro eterno rival no me importa adelantarle algunos datos porque no le estoy proponiendo nada ilegal o ilícito, usted solo tendrá que hacer lo que mejor sabe: correr y sonreír. El futuro del atletismo se llama Nike y se llama van Niekerk. Escúcheme atentamente porque voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar.

Wayde van Niekerk se sentía aturdido. Su mente lo llevó a la famosa frase de la película “El padrino” que acababa de escuchar y a unas viejas fotografías de Jesse Owens corriendo contra caballos en la América de los años 30. ¿Es esto el futuro?, se interrogó interiormente. Movió una pierna hacia la parte más desocupada de la cama y sonrió pensando si la oscuridad le impedía ver una cabeza de caballo cortada bajo sus sábanas. Gullible Hamelin dejó caer su oferta.

—Puedo ofrecerle lo siguiente en nombre de Nike: un contrato por diez millones de dólares anuales durante los años que esté en el Top 10 mundial de los 400 metros. Diez millones adicionales si en 2018 baja usted de 43 segundos en competición regular. Diez millones más si acepta el reto del “PROYECTO 39 SEGUNDOS”. Cien, repito, cien millones de dólares adicionales si lo consigue en el primer intento de finales de verano o principios de otoño de 2019. Y si lo consigue, aunque no fuera en el primer intento, Nike le aseguraría un contrato vitalicio de diez millones de dólares anuales a partir de su retirada oficial. Incluso si no lo lograra, que lo logrará, el contrato vitalicio sería de un millón anual.

El atleta dudó cuáles debían ser sus primeras palabras. Mantuvo la cabeza fría y remitió de nuevo al señor Hamelin a hablar con su agente. Gullible Hamelin quiso seguir hablando pero Wayde van Niekerk se despidió cortésmente y colgó el teléfono a tientas. La habitación seguía oscura y el silencio volvió a reinar.

Aún no le había dado tiempo a pensar en nada cuando, súbitamente, el corazón del campeón olímpico se le subió a la boca. Se encendieron todas las luces, se abrieron de par en par las puertas del dormitorio, y comenzó una fanfarria de tambores y trompetas. Toda una orquesta invadió la habitación con el joven atemorizado con la espalda firmemente apoyada contra el cabecero de la cama. Sebastian Fright, el presentador de televisión más famoso de Sudáfrica, entró en la habitación con su sonrisa de plástico y sus gracietas insoportables, envuelto en una nube de confeti y serpentinas. Wayde van Niekerk comenzó a entender. La llamada anterior había sido una broma del programa “Famosos amorosos”. No veía qué gracia podía tener, él odiaba el programa y no soportaba al presentador, pero, al menos, cobraba sentido la estúpida conversación telefónica. Era una broma, todo era un teatro. Bien, él asumía su papel de celebridad y, pasado el apuro televisivo, las aguas volverían a su cauce.

La orquesta volvió a sonar. El ruido fue ensordecedor. Ensordecedor. En sor de ce dor… Wayde van Niekerk sintió un fuerte dolor en la rodilla derecha. Se despertó. Sebastian Fright no estaba allí. Balbuceó unas palabras: “Puedo bajar de 40 segundos en un 400”. Al pie de su cama estaban su esposa, Chesnay, y su entrenadora, Ans Botha. Las dos tenían el rostro compungido. Al escuchar sus absurdas palabras, ambas lucharon para que no se les saltasen las lágrimas. Pero “Tía Ans” entendió el alcance del balbuceo de su pupilo, ella había tenido el mismo sueño más de una vez. Él comenzó poco a poco a recobrar la memoria. Estaba en la ciudad de Vail, en una habitación de la clínica Steadman. Se estaba despertando de la anestesia, acababan de operarle la rodilla que se había destrozado jugando un partido benéfico de rugby tres semanas atrás. El nombre de Gullible Hamelin asaltó su mente y recordó el sueño que había tenido durante la operación. Quiso reír pero no pudo o no supo. El sueño había sido tan real que decidió que, en cuanto pudiera, iba a hablar con su agente. Aún estaba algo aturdido, no llegó a decir nada, tan solo sujetó la mano de su mujer. Ans Botha, su septuagenaria entrenadora, desde la distancia, el aplomo y la calma que conceden las canas, fue la primera en hablar y le mintió con unas palabras de ánimo. Pero para sus adentros sabía que la rodilla de su querido Wayde era una cruda metáfora de lo que se avecinaba, y pensó:

—“¿Dos horas? ¿Cuarenta segundos? FUCK OFF!!!”.

 

 

Pinceladas finas al deporte rey

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