Jarra fría de lágrimas en el cierre del Mundial de Berlín. Con lo bien que me lo estaba pasando con el Atletismo de lujo, con el Atletismo a flor de piel, disfrutando del carrerón del dios Bekele en el 5000, del salto de longitud femenino de 7’10 m. de la estadounidense Brittney Reese, o del lanzamiento de jabalina a 89’59 m. del noruego Thorkildsen. Y, de repente, los doscientos metros finales del 1500 femenino con las manos en la cabeza y mordiéndome el labio imaginando el desenlace que se avecinaba.
Natalia Rodríguez, repuesta del trastabille con la etíope Gelete Burka, ha llegado a la meta en primera posición, pero ver rodar por los suelos a la atleta que iba en cabeza dejaba poco o ningún margen al optimismo. La descalificación de Natalia Rodríguez parece justa en primera instancia. Sin embargo, vistas una y otra vez las imágenes de frente, de perfil y de espaldas, considero la descalificación excesivamente rigurosa. El contacto es breve, casi mínimo, toques así se producen a puñados en cualquier carrera de medio fondo, aunque sin duda la maniobra de Natalia ha sido arriesgada; sobre todo teniendo en cuenta que, probablemente, cualquier otra opción de carrera que ella hubiera escogido la habría llevado igualmente a ganar la medalla de oro.
Las lágrimas de Natalia que hemos visto en la televisión, lágrimas que ni ella misma sabía si eran de alegría, de tristeza, de miedo a ganar o a ser descalificada, me han encogido el corazón. Tal y como se ha desarrollado todo, cualquier desenlace parecía malo para Natalia. La medalla de oro en esas circunstancias estaría para siempre acompañada de un venenillo poco deseable. Una descalificación con el reglamento tan pillado por los pelos, insisto, me parece un terrible e injusto castigo para una atleta, una persona, que en la pista ha demostrado ser la mejor.
No me olvido de la etíope Gelete Burka. Es ella la que se ha caído y la que ha perdido en el lance cualquier opción en la carrera, pero me reafirmo en que su caída me ha parecido más una torpeza suya que un abuso del reglamento por parte de Natalia. Ciertamente, todo ha sido muy triste.
Yo no conozco a Natalia Rodríguez más allá de mi condición de aficionado al Atletismo. Aprovecho que “Atletismoatope” me ha regalado este espacio para lanzar este mensaje en la botella dirigido a su corazoncito, que imagino que no está pasando sus mejores horas:
Natalia, tus lágrimas de hoy o las intensas emociones encontradas que hemos visto sobrevolando tu cabeza serán tu alimento y tu inspiración para el futuro. Hoy has ganado y has perdido un Mundial. Eso no está al alcance de cualquiera, sólo de reyes y reinas de las pistas que en las victorias y en las derrotas demostráis lo especiales que sois. Por eso os admiramos los aficionados. Esta tarde me has hecho sentir una montaña rusa emocional, se me ha cristalizado el corazón viéndote correr, viéndote ganar, viéndote sufrir, viendo cómo lloraban por miles de motivos tus enormes ojos azules. Ojos en los que, fijándome bien, he alcanzado a ver tus futuras victorias.