Es lo que tiene hacerse mayor. Que se te encabritan los párpados cuando llevas más de seis horas en la cama y como vienen los pensamientos a tocarte los maitines pues ya no hay nada que hacer. O te levantas y te pones a pasar el aspirador (a según qué horas de la madrugada es mejor limpiar el frigorífico) o empiezas mal el día.
Esto de dormir poco en las personas “mayores” dicen los médicos que tiene algún fundamento, pero yo no lo sé. Yo sólo sé que cuanta menos vida nos queda por delante el cuerpo nos espabila, parece que nos dice:”más vale que aproveches ahora que todavía puedes” y ya está, las ocho de la mañana del día de Navidad y mirando cómo las nubes peinan la ciudad a pesar de que la cena de ayer se alargó hasta las mil y gallo.
Todos duermen y yo escribo. Lejos de la cocina devastada por el huracán de la Nochebuena -espero que lleguen los refuerzos humanitarios-, me tomo mi zumito mirando al mar.- Desde lejos, pero mirando al mar. Y pienso que este silencio parece apocalíptico, las calles desiertas, no se escucha ningún coche, tan sólo las campanas de la cercana iglesia violan la paz con su llamada a la batalla (para que luego digan los suizos de los minaretes musulmanes).
Es lo que tiene esto de hacerse mayor, que hay más tiempo para vivir y más tiempo para pensar.
En fin.
LaAlquimista
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